*Elegir destinos
de vacaciones a los que se fue de niño o adolescente, sólo por el hecho de
rememorar historias vividas.
*Pensar en
aspectos religiosos o trascendentes, aunque sea sólo a chispazos, porque los
aspectos existenciales comienzan a no ser tan lejanos ni ajenos.
*Sentir que aún es
tiempo de aprender a tocar batería, teclados o guitarras con un claro afán
rockero.
*Comparar la
apariencia con la de otros de la misma edad.
*Tomar suplementos
vitamínicos, chía, omega-3 y cuantas pastillas prometan un estado vital activo.
*Ser un permanente
actor en las redes sociales para mostrarse siempre como un tipo moderno y
digital.
*Revisar en qué
andan antiguas novias en Facebook.
*Sentir ciertos
cosquilleos incómodos con éxitos ajenos, de manera especial si el exitoso es
más joven. Ante ello se establece el inmediato pensamiento en torno a cómo pasó
el tiempo sin hacer todo lo que se supone que se esperaba hacer.
*Desear
constantemente una vida más sencilla, menos ajetreo, tomar y ver las cosas con
mayor calma y sin tanta prisa.
*Preocuparse de
que alguien más joven pueda llegar a reemplazar las labores de uno en el
trabajo.
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