Poeta argentino que revolucionó la estética de su
país, a través de una obra que incorporó las principales corrientes
vanguardistas. Figura central de la renovación literaria de los años veinte y
treinta, fue uno de los jóvenes miembros de la vanguardia poética argentina,
junto a Jorge Luis Borges y Raúl González Tuñón. Si
todos ellos asumían una idéntica postura en cuanto a la necesidad de romper con
la tradición (que veían encarnada en la obra de Leopoldo Lugones), en el caso de Girondo
esa necesidad cobraba una fuerza que lo llevó a distanciarse nítidamente de las
convenciones impuestas por el uso y aceptadas por el público.
Oliverio Girondo nació y vivió su primera infancia
en Buenos Aires, pero luego viajó periódicamente a Europa. Aunque se graduó
como abogado, sus inquietudes artísticas y literarias lo desviaron de esa
profesión. En 1911 fundó con un grupo de amigos el periódico Comoedia, de
escasa duración. En Europa tomó contacto con los movimientos de posguerra, como
el cubismo y el dadaísmo. Emprendió en 1926 una gira intercontinental llevando
la representación de las revistas Martín Fierro, Proa, Valoraciones, Noticias
Literarias e Inicial, para establecer relación entre los movimientos
innovadores de habla hispánica. En 1943 se casó con la escritora Norah Lange.
Girondo defendió la autonomía plena del lenguaje
(rechazando ataduras que lo ligaran a sus funciones convencionales) para tratar
de transmitir la pura esencialidad de la invención poética. Ese gesto de
permanente desafío a la inercia y a la inmovilidad es acaso el que mejor
caracterizó la personalidad del autor y su vocación por sobrepasar los límites
de lo manifestable.
En sus libros Veinte poemas para ser leídos en
el tranvía (1922), Calcomanías (1925) y Espantapájaros (1933)
demostró su maestría en el manejo de la metáfora y confianza absoluta (siguiendo
en esto los postulados del ultraísmo) en el poder de la imagen poética para
alcanzar la esencia de las cosas. Especialmente dotado para la experimentación
con el lenguaje, Girondo poseyó una destreza singular en el manejo de la
ironía. En tales obras reafirmó su actitud de irreverencia moral y estética, su
sentido del humor y su óptica desquiciadora del lugar común.
Sus poemas son emblemáticos de la nueva
sensibilidad estética, que se caracterizaba por la búsqueda incesante de nuevos
ángulos desde donde abordar la realidad, desde la más sublime a la más
cotidiana. Así, la ciudades y los paisajes que con insistencia aparecen en sus
textos son vistos a través de una lente que construye combinaciones inéditas
entre los objetos, señalando lo que la mirada común no percibe y sólo la
estratégica posición del ojo poético logra descubrir y nombrar.
Posteriormente publicó Plenilunio (1937), Persuasión
de los días (1942) y Campo nuestro (1946). Su última obra, En la
masmédula (1954), es acaso la más audaz de todas por el caos verbal y alucinatorio
que propone. En 1961 fue atropellado por un automóvil que lo dejó inválido.
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