María Elena Walsh murió el 10 de enero de 2011, a los 80 años,
víctima de una larga enfermedad. Fue una de las autoras infantiles más
importantes del mundo de habla hispana, además de compositora, cantante y
lúcida ensayista.
Entre las muchas pasiones que María Elena Walsh
defendía, no eran las políticas de la sexualidad una causa proclamada. “No creo
que haya que andar ventilando las cuestiones íntimas o hacer de la sexualidad
una pancarta”, había sentenciado hace no mucho tiempo.
A pesar de sus reservas y su estilo pudoroso,
podría decirse que este texto fue su salida del clóset más pública, al
describir con gran ternura el amor que profesaba por su pareja, la fotógrafa
Sara Facio: “ese amor que no se desgasta sino que se transforma en perfecta
compañía”. Antes de ella, otras pasiones, como Leda Valladares o María Herminia
Avellaneda, supieron enriquecer y rumbear su destino.
Maria y Leda Valladares |
Con Valladares, por ejemplo, se embarcaron a
Europa, allá por la década del cincuenta, y en el mismísimo barco que las
transportaba probaron sus voces de folclore, para fascinar luego, en París, a
Pablo Picasso y Joan Miró, o compartir un camarín con Charles Aznavour.
“París era la libertad”, ha dicho María Elena
de aquellos tiempos bohemios. “Acá [en Argentina] había dos presiones muy
grandes para cualquier joven, y más para una chica: una era la familiar, y la
otra la de la sociedad en que vivíamos. Estábamos en una dictadura donde la Iglesia tenía como siempre
una pata metida, y era lógico que una se sintiera presionada por todos lados”.
Maria y Maria H. Avellaneda |
Existe en Argentina una tradición de escritoras
y poetizas (Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, por citar un par) cuyos diarios
han sido purgados de todo contenido homosexual. Pero no es este el caso de
María Elena, cuyos secretos voluntarios habría que entender como una forma
estética que vincula sus estilos de vida y escritura:
“Una cosa es el pánico homosexual, y esa forma
terrible de discriminación que es la censura, y otra muy distinta el silencio y
la reserva asumidos voluntariamente”, argumentaba María Elena. “Ese es el
problema de la gente reservada como yo, que, a la hora de hacer confidencias,
se da cuenta de que escribiendo es más fácil. Y eso sucede porque en la
escritura uno está como escondido, no muestra la cara, y les puede dar forma a
las ideas y a los recuerdos como mejor le parezca (…) El amor entre hombres
está más liberado, porque ellos son piolas y liberan todo en su favor, pero a
las mujeres nos cuesta más, y cuando nos sancionan nos dan con todo”.
Maria y Sara Facio |
María Elena supo defender los derechos de la
mujer, desde una perspectiva personal y libre, no atada a ningún partidismo:
“Decime cuántos no verían con malos ojos que una mujer se niegue a la
maternidad y diga ‘me revienta ser madre y tener hijos’. En este sentido, creo
que las mujeres seguimos siendo poco perdonadas, y ahí es donde se nota que en
nuestro país no ha habido feminismo”.
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