La mano de Alfredo Cedrán, con las uñas disueltas, desvela las primeras
consecuencias de la exposición a los elementos químicos que desprende el
glifosato, el herbicida más utilizado en los campos de cultivo argentinos.
Son imágenes que capturó Pablo Piovano, fotógrafo del diario
argentino Página/12,
después de un viaje de unos 15.000
kilómetros por el norte rural argentino. La serie se
expuso el verano pasado en España y fue
galardonada como segunda
finalista del premio Luis Valtueña de fotografía humanitaria.
En las provincias de
Chaco, Misiones y Entre Ríos, Piovano se encontró con lo él que califica de
"catástrofe sanitaria": casos de cáncer, trastornos, malformaciones y
abortos espontáneos. Cientos de localidades de esas provincias, así como de
Santa Fe, Córdoba o Prov. de Buenos Aires Aires, tienen dos denominadores
comunes: unas tasas de enfermedad desorbitadas y la proximidad a las zonas de
cultivo intensivo que se extienden a lo largo de unos 30 millones de hectáreas
por todo el país.
Fabián Tomasi sufre desde hace años una polineuropatía tóxica severa que
ataca a su sistema nervioso periférico. Sus brazos cuelgan sin fuerza de un
torso enclenque, desvencijado, privado de carne y nervio. Desde joven se había
dedicado al mantenimiento de aviones fumigadores en una sucursal de la empresa
agrícola Molina y Compañía S.L.R. en la localidad de Basavilbaso, en Entre
Ríos.
Cada día llenaba los tanques de herbicida de las aeronaves que luego
fumigaban los campos de la zona desde el aire. "Cargábamos los aviones con
veneno. Abríamos los tanques de 20 litros y al sacar las tapas se te pegaba
todo el veneno en las manos. Comíamos debajo de las alas de los aviones, donde
el veneno goteaba. Llegábamos a casa y la cara nos ardía. Si me pongo a pensar,
estar vivo es un milagro", relata a eldiario.es.
Las empresas comercializadoras de este tipo de productos (Monsanto,
Syngenta, Dow AgroSciences, Bayer y Atanos) aseguran que sus estudios
demuestran que el glifosato no es perjudicial para la salud humana basándose en
lo que llaman "abrumadora evidencia científica". Sin
embargo, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) introdujo el pasado año ese principio
activo dentro de las sustancias calificadas como "probablemente
cancerígenas". Meses más tarde, una reunión conjunta de la OMS y la Organización de la Naciones Unidas
para la Alimentación
(FAO) emitió un comunicado que decía que "no es
probable [que este herbicida] suponga un riesgo para la salud humana mediante
la dieta".
Esta decisión llegó seis años después de que el fallecido investigador
argentino Andrés Carrasco publicara en la revista Chemical Research in Toxicology un artículo en
el que demostraba los efectos adversos del glifosato en vertebrados. Por este
estudio, Carrasco recibió amenazas acompañadas del descrédito público del
actual ministro de Ciencia de Argentina, Lino Barañao.
En 2011, WikiLeaks publicó un cable diplomático de la embajada
estadounidense en el país austral en el que se evidenciaba que el científico
había sido investigado por sus estudios sobre el compuesto químico.
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