“Fuera de los barrios conflictivos, Argentina sigue
siendo un país relativamente tranquilo: tiene el tercer índice de criminalidad
más bajo de América Latina, solo por encima de Cuba y Chile. Con 5,5 asesinatos
por año por cada 100.00 habitantes, está muy lejos de los 82 en Venezuela, 27,5
de Colombia, 23,7 de México y los 21,8 de Brasil. Pero el terror avanza en
algunas zonas”
Al acercarse a la villa 1-11-14, la más peligrosa de
Buenos Aires, además de la suciedad, los coches quemados, las chabolas
abigarradas y algunos zombies que vagan perdidos víctimas del paco —pasta base
de cocaína— llaman la atención unas pintadas que están por todas partes:
“Justicia para Maxi”. Maxi era Maximiliano Milesi, 18 años, una hija de cuatro
meses. Murió en un tiroteo el 10 de febrero, y todos en la villa coinciden:
“Era un chico sano, que estudiaba, le confundieron con otro porque llevaba la
misma moto”.
Al hablar con los vecinos de esta villa se percibe
claramente el terror que el narco está provocando en una auténtica ciudad de
unos 70.000 habitantes en el corazón de Buenos Aires, el Bajo Flores. La
1-11-14, y el informe que hizo sobre su deterioro la organización La Alameda , que lucha contra
el trabajo infantil y cuyo líder es Gustavo Vera, concejal de Buenos Aires y
candidato a la alcaldía, están en el origen de una frase muy polémica en
Argentina y en México: la denuncia del papa Francisco del riesgo de
“mexicanización de Argentina”.
“Querido hermano: gracias por tu correo. Veo tu
trabajo incansable a todo vapor. Pido mucho para que Dios te proteja a vos y a
los alamedenses. Y ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve
hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”, le escribió el
Papa a Vera, que no es religioso. Dirige una organización de izquierda, Bien
Común, y se hizo amigo de Francisco —cuando aún era Bergoglio— en sus múltiples
batallas conjuntas en las villas de Buenos Aires.
El Papa leyó el informe durísimo de la organización
de Vera, que hizo Jorge Rodríguez, un exguerrillero que estuvo dos años
entrando en la villa enviado por el Gobierno para analizar la situación.
Realizó 174 informes para el Ejecutivo sobre la situación y la corrupción
policial y, harto de que no le hicieran caso, ha presentado la denuncia, que
causó gran impacto en los medios argentinos. “Hay 300 soldados peruanos ahí
dentro, muchos ellos provenientes de lo que fue Sendero Luminoso, con todo tipo
de armamento, fusiles FAL y AK47, que controlan 10 laboratorios de cocaína.
Traen a técnicos especializados desde Perú, porque producir cocaína es muy
difícil. Hay 15 manzanas de un territorio completamente liberado donde la
gendarmería tiene órdenes explícitas de no entrar. En realidad la gendarmería
está ahí para que nadie moleste a los señores de la droga. Hay gente que no
sale de allí en dos años”, asegura. La denuncia sostiene que todos obedecen a
Marcos Antonio Estrada González, presunto líder narco peruano que permaneció un
tiempo en prisión. Ahora está libertad aunque con causas pendientes.
Después de leer el informe, Francisco concedió una entrevista a La
Cárcova News, el periódico de otra famosa villa de
Buenos Aires. Y fue claro: “Hay países que ya son esclavos de la droga. Hay
países o zonas donde todo está bajo el dominio de la droga. Con respecto a
Argentina, puedo decir sólo esto: hace 25 años era un lugar de paso de la
droga, hoy en día se consume. Y no tengo la certeza, pero creo que también se
fabrica”. El Papa ha invitado a Vera el día 16 al Vaticano, a Santa Marta, su residencia,
para exponer allí el problema de la droga en Argentina.
Al padre Hernán, que vive en la villa desde hace 7
años y la recorre con un chándal de Boca Juniors y un enorme manojo de llaves
en la mano con el que controla una escuela, una iglesia, centros de mayores y
de ayuda a toxicómanos, no le gusta que se hable de la 1-11-14 solo por las
drogas. Porque en la villa viven miles de personas que luchan para salir de la
miseria. Él prefiere ver que las cosas mejoran poco a poco.
A unos metros de su escuela hay puestos de
gendarmería con armas pesadas, a los que todos en la villa critican por su
inacción. “Dicen que no hacen nada, pero yo les digo: era mucho peor cuando no
estaban, no teníamos a nadie a quien protestar. Acá siempre hubo muertos, ahora
puedes reclamar”, cuenta el religioso. “Si solo hablamos de esta villa por el
narco, ¿cómo vamos a lograr que un pibe de acá que trata de salir adelante no
quede estigmatizado?”, se queja.
Otros vecinos son más pesimistas. La señora María
(nombre ficticio por temor al narco), con sus nueve hijos, lleva 30 años en el
barrio y está desesperada. La semana pasada, una de sus hijas se quedó a cenar
en su casa y se le hizo tarde. Cruzó la villa de noche con un niño pequeño en
brazos y al pasar por una zona conflictiva dispararon a su lado. “Era para
asustarla, para que no vuelva a pasar de noche. Ellos tienen todo controlado,
se pelean por cada cuadra (manzana), matan por unos metros. Y no quieren
movimiento por la noche”.
Media hora antes de la entrada de los periodistas, un
hombre drogado fuera de control andaba pegando tiros al aire. “Hay armas por
todas partes. La gente que vive aquí es porque no le queda otra, porque es el
único lugar donde puedes tener una habitación por 1.000 pesos (100 dólares) al
mes. El que puede, se va”, asegura esta señora.
Su amiga Viviana (nombre ficticio) y otras mujeres
mantienen un comedor para ayudar a los que están aún peor que ellas. “Vivir acá
es un tema. La pasta base lo destruyó todo, ahí cambió. Empiezan con los
chicos, los tienen controlados así, los compran con una play station. Dicen que
el paco es barato, puede valer 10 pesos (algo más de un dólar) un pipazo. Pero
dura siete minutos, ¿sabés cuántos necesitan al día? Los atrapa. Yo tuve así a
mi cuñado. Nos robaba a nosotros. No son ellos mismos. Y están en manos de los
narcos.
Acá el Estado no figura, el narco decide tu vida, por dónde puedes
pasar, qué puedes hacer”, explica desesperada, aunque sigue pensando que hay
solución: “Siempre hay alguien que te ayuda a salir de la droga. Si hubiera más
medios, es posible. Lo he visto con mucha gente. Pero hace falta que nos lo
tomemos en serio. Si no, esto se hunde”.
Argentina es ya, según la ONU , el tercer país de origen
de cargamentos incautados de cocaína en el mundo, después de Brasil y Colombia.
Para los argentinos, acostumbrados a ser el país más tranquilo de un
subcontinente duro, es difícil de creer, y salvo en Rosario, al norte de Buenos
Aires, donde se ha llegado a 1.000 muertos por luchas de droga desde 2004, no
hay un debate social fuerte. Muchos no pueden imaginar que todo esto suceda a
solo seis kilómetros de la
Casa Rosada y de La Recoleta , el barrio francés con algunas de las
mansiones y los edificios más espectaculares de América, donde la vida es
completamente diferente.
Fuera de los barrios conflictivos, Argentina sigue
siendo un país relativamente tranquilo: tiene el tercer índice de criminalidad
más bajo de América Latina, solo por encima de Cuba y Chile. Con 5,5 asesinatos
por año por cada 100.00 habitantes, está muy lejos de los 82 en Venezuela, 27,5
de Colombia, 23,7 de México y los 21,8 de Brasil. Pero el terror avanza en
algunas zonas.
Vera lo tiene claro: “La gente sí está preocupada,
pero el problema es el Estado. La droga y el lavado de dinero están entrando en
todas partes, también en el negocio del fútbol. Esto es una guerra del opio, no
hay que engañarse. El proceso de mexicanización no tiene que ver con la
vulnerabilidad social sino con un Estado corrupto. También en México la gente
se indignó hace 10 años cuando se habló de que había un proceso de
colombianización.
Y cuando se instala el debate en la sociedad ya es demasiado
tarde, ya está el narco por todas partes. Es lo que ha pasado en México. Nos
puede pasar lo mismo, tenemos que pararlo. La vista del Papa a la Argentina en 2016 va a
ser clave. Aún se puede parar”.
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