El papa Francisco presidió una ceremonia de Jueves Santo en
la que lavó y besó los pies de 12 hombres y mujeres en una cárcel de Roma. Las
doce personas elegidas para representar a los 2.100 prisioneros son ciudadanos
de Italia, Nigeria, Congo, Ecuador y Brasil, que están en la cárcel de
Rebibbia, en las afueras de Roma.
Por
tercer año seguido, Francisco no realizó el tradicional servicio en una
basílica y en cambio fue hacia las personas más marginadas de la sociedad,
incluyendo mujeres en la ceremonia. Sus predecesores sólo habían compartido con
hombres en el servicio, que emula el gesto de humildad de Jesús hacia sus
apóstoles, en la noche previa a su crucifixión.
Antes
de Francisco, siempre se había realizado la ceremonia en el Vaticano o en la Basílica de San Juan de
Letrán. Pero el papa, siguiendo la tradición que inició cuando era arzobispo de
Buenos Aires, la realiza en los barrios más pobres de Roma con personas
comunes. Francisco se arrodilló ante seis hombres y seis mujeres, presos,
vertió agua en el pie derecho de cada uno de ellos, lo secó con un paño y lo
besó.
Una
de las internas, mujeres de África, sostuvo a su hijo y el papa también lavó
los pies del pequeño. La decisión de Francisco de incluir a mujeres y a veces a
personas que no profesan la fe católica -hace dos años había una mujer
musulmana en el grupo, en una centro de detención juvenil- ha irritado a los
sectores más conservadores del catolicismo.
En
su homilía en la capilla de la cárcel, el papa dijo a los internos que como los
esclavos lavaban los pies de sus amos en los tiempos de la Biblia , el evento
simbolizaba el servicio a otros y la limpieza espiritual.
Francisco
les dijo a los prisioneros que él también necesitaba limpiarse y que quería
"llegar a ser un más como un esclavo al servicio de la gente".
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