Los hipocondriacos representan el
5%-9% de la población y consumen el 10%-20% de los recursos sanitarios, pero
hasta ahora no se sabía bien cómo tratarlos. La terapia cognitiva, según una
reciente investigación, puede ayudar a evaluar y cambiar sus ideas
distorsionadas sobre las enfermedades. Algunos fármacos son otra posible
opción.
Los investigadores han
descubierto que la hipocondría, que afecta a hombres y mujeres por igual,
parece tener más probabilidades de desarrollarse en personas con ciertos rasgos
de personalidad. Los neuróticos, los autocríticos, los introvertidos y los
narcisistas parecen especialmente tendentes a sufrir temores hipocondríacos, explica
Michael Hollifield, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nuevo
México, en EE UU.
Hasta dos tercios de los
hipocondríacos presentan además otros trastornos psiquiátricos. Los estudios
indican que el 40% sufre depresión grave; entre el 10% y el 20%, un trastorno
de pánico; del 5% al 10%, un trastorno obsesivo compulsivo, y algunos padecen
un trastorno de ansiedad generalizada.
Tras seis sesiones de 90 minutos,
el estudio descubrió que el 55% de los 102 participantes eran más capaces de
realizar tareas, conducir e involucrarse en actividades sociales. Otros
estudios indican que los fármacos antidepresivos también están resultando
eficaces. "Tenemos la esperanza de que, con tratamientos eficaces, el
diagnóstico de hipocondría resulte una cuestión más aceptable y menos risible,
o menos causa de vergüenza", afirma Arthur J. Barsky, director de
investigación psiquiátrica del hospital Brigham and Women's de Boston y
principal autor del estudio sobre la terapia cognitiva, publicado en marzo en The
Journal of the American Medical Association.
ANSIEDAD POR LA SALUD
Para los médicos no es fácil tratar a
los hipocondriacos. El mero hecho de mencionarle la hipocondría a un paciente,
afirma Arthur Barsky, puede causar problemas. "Es como si uno le estuviera
diciendo que está fingiendo, que se hace el enfermo, que todo está en su
cabeza", dijo. "Es tremendamente peyorativo". Como resultado,
algunos expertos han insinuado que los médicos abandonen por completo la
palabra y la sustituyan por ansiedad por la salud, que tiene menos
connotaciones negativas.
La lógica está en que, si un cambio
de nombre puede permitir a más pacientes aceptar su problema, quizá más
pacientes busquen tratamiento al mismo. La terapia cognitiva, como demuestra el
estudio de Barsky, ha resultado sorprendentemente eficaz para ayudar a los
pacientes que ven en cada molestia y en cada dolor un presagio de desastre.
En el estudio, los pacientes cuya
fijación por la enfermedad había interferido enormemente con su vida diaria no
vieron desaparecer sus síntomas, pero aprendieron a prestarles mucha menos
atención.
La terapia les enseñó a reexaminar
sus suposiciones acerca de los síntomas. "Hablamos con los pacientes sobre
la posible explicación que daban a sus dolores de cabeza, a su tensión o a su falta
de sueño", dijo Barsky. Los terapeutas, entre los que había psicólogos,
trabajadores sociales y enfermeros, también convencieron a los pacientes de que
suspendieran temporalmente la forma en que normalmente se tranquilizaban, como
buscar información en Internet, tomarse el pulso o la presión arterial, y pedir
cita con el médico.
La complejidad del problema implica
que "hay que trabajar con los médicos de atención primaria", afirma
Barsky, "porque la hipocondría también afecta al médico".
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