El
voto electrónico solo se usa en 6 países de 194 del mundo, ¿Por qué?
La mayor parte de las
naciones desarrolladas que lo probaron, lo prohibieron. Sus problemas:
inseguridad y poca transparencia.
Expertos
en este tema nos han revelado las claves de un reto tecnológico que sigue sin
tener solución sencilla y eficiente y que nos deja una conclusión singular: la
tecnología no es la solución para todo... ni para todos.
Un viejo problema sin solución real
Los sistemas de voto electrónico no son
en realidad una novedad: hace años que se tratan de poner en marcha sistemas
que resuelvan un problema
tecnológico que es mucho más importante de lo que uno podría creer.
Las implementaciones son variadas y los grados de automatización en cada una de
ellas es muy distinto.
El ciclo del voto electrónico es enorme, y va desde el
registro y autenticación de los votantes a la consolidación y validación de los
votos y la administración de esas elecciones. Entre esas etapas -complejas de
por sí- hay otras aún más delicadas como el cifrado
y la transmisión de los votos además de la propia introducción del voto.
¿Se
impondrá el voto electrónico en el futuro? –puntos a favor y en contra-
Las dudas sobre la validez del voto
electrónico son importantes,
y para hablar de ellas y de todo lo que rodea al presente y futuro de estos
sistemas tuvimos la oportunidad de contar con la ayuda de dos personas que
conocen en profundidad el tema.
Como
indicábamos anteriormente una de ellas es Ricardo Galli (@gallir),
profesor asociado de Ciencias Matemáticas e Informática en la Universidad de
las Islas Baleares y co-fundador de Menéame. Pudimos contar también con Pablo Romero (@pabloromero),
periodista de El
Español, que ha investigado y publicado sobre este tema
repetidamente en este y otros medios en los que ha trabajado.
Galli comenzaba hablando de los dos
grandes problemas técnicos a los que se enfrenta el voto electrónico: garantizar tanto el anonimato como que el voto es
auditable. Ambas cuestiones quedan resueltas con el sistema de
votación tradicional basado en las papeletas en el que:
1.
Se garantiza
que el votante es quien dice ser:
para votar existe un censo que indica dónde votar exactamente, y la identidad
se comprueba con el DNI.
2.
Se garantiza
que el voto es libre y anónimo:
el votante puede elegir la papeleta dentro de las cabinas preparadas para tal
efecto sin que nadie le vea.
3.
Se garantiza
que ese voto se ha emitido:
el DNI se "tacha" cuando el votante introduce los sobres con su voto.
No solo eso: el sistema de papeletas,
explicaba Galli, también hace mucho más sencillo controlar claras amenazas al voto electrónico como
la coacción, la manipulación de votos o la compra de los
mismos. Esas tres ventajas del sistema de voto tradicional son muy complejas de
conseguir con medios tecnológicos, y aunque uno podría pensar en que hay
sistemas similares que sí se han llevado a internet, las diferencias son
fundamentales.
Ocurre
con la banca electrónica, por ejemplo, que a diferencia del voto
electrónico tiene identificadas
las transacciones y las asocia con nuestra identidad y la
entidad bancaria en todo momento: no hay necesidad de anonimato por ejemplo,
aunque la banca electrónica efectivamente no esté exenta de riesgos de
seguridad en materia de ciberataques.
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