SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



miércoles, 24 de octubre de 2018

Curanderos, empacho y ojeado, es real o una farsa.


Una abuela de 76 años que vive en uno de los barrios más antiguos de Corrientes contó cómo es mediar entre Dios y la persona enferma. Muchos la describirían como una “curandera”, pero ella explicó que no es correcto el uso de este término porque su tarea es rezar y pedir al Señor que alivie el dolor. Este “don”, así como lo llamó, se ve cada vez menos en los barrios y las pocas mujeres (también hay hombres) que miden el empacho sólo lo hacen con sus familias, muy pocos al público. 

Las supersticiones son muchas pero una sola explicación: son mediadores del Señor. La cinta que va sobrando o faltando, el dolor que sintió cuando atendió a una mujer con cáncer terminal y aliviar molestias hasta tal punto que evitó operaciones como el caso de un hombre que estaba mal del riñón, son algunas de las situaciones cuya respuesta es: “Son obras de Dios”. 
Así como hay médicos que no creen en este don, hay otros que aconsejan a sus pacientes recurrir a estas personas. También existen  sacerdotes que por ejemplo bendicen la cinta y hasta piden que le midan una indigestión, como otros que no.


Por los mitos que existen en torno a esta práctica, que se contarán en las siguientes líneas,  y para resguardar esta tarea que considera “divina”, María prefirió que no se fotografíe su rostro y resguardar su identidad. 

¿Cómo aprendió a medir el empacho?
Me enseñó la directora de la escuela donde trabajaba, era profesora de música. Una vez le dije que tenía muchos hijos y que en varias oportunidades debía recurrir a personas, quería aprender. Me enseñó el día de Navidad y empecé primero con mis hijos luego empezaron a enterarse otros. Así comenzó hace 47 años. Antes de enseñar hay que estudiar bien a la persona y no enseñar cualquier día, hay que elegir un día consagrado. Hay muchos que eligen el viernes santo. 

Yo me baso en lo que dijo Jesús: para Dios no hay día ni hora. Somos nosotros los que debemos organizarnos, para Dios nada es imposible. 

¿Cuáles son sus orígenes?
No nací en Corrientes y mis padres eran extranjeros. Mi mamá (nacida en un país de Europa central) sí traía de su país el conocimiento del ojeo. Me contaba cómo su padrastro tenía la mirada tan fuerte que no podía ver a sus hijos porque hasta se desmayaban, yo no creía hasta que me pasó algo similar con uno de mis hijos. En ese momento, me enteré de una señora que recibía a niños por el ojeo por calle San Martín pero cuando llegué a su casa no quiso atenderme, creo que en esa época había como una persecución. Nosotros mediamos, no curamos. 

¿Cuál es la medida de la cinta?

La medida es tres veces tu brazo, desde tu codo hasta uno de tus dedos y se mide tres veces. Cuando se mide a la persona puede ser que sobre o que falte, la medida de la cinta es siempre la misma. Por eso es algo inexplicable, es una maravilla de Dios. Se me eriza la piel cuando hablo de esto. Si sobra cinta es porque estás bien, si falta es porque estas mal del estómago, hay que medir cada órgano para saber cuál está comprometido. 
En ese momento hago la oración que no tiene nada que ver con la metafísica (risas), no es nada extraño. Si hubieran conocido la misa en latín que se hacía de espalda, en esa época se rezaba una oración secreta que después se sacó. Hay oraciones que el sacerdote hace en privado, sin querer compararme con el sacerdote, más que nada se dice en secreto para no ser captadas por gente que no está en condiciones de escucharlas.

¿Cómo sabe si una persona está en condiciones de aprender?

En mi caso pedí que me enseñaran. Lo que recomiendo a quienes enseñen es que si ellos no notan que las personas que recurren a ellos mejoran, no enseñen, porque significa que Dios no le está concediendo el don. Las personas que quieran ser mediadoras entre Dios y el hombre, tienen que tener fe, si no cree que es Dios quien hace esto no va a recibir el don. Además, hay que alimentar esa fe con los sacramentos. En general somos todos bautizados pero no todos cuidamos a nuestra iglesia, ni siquiera hacemos lo mínimo que es orar, orar por los que no creen y van por el camino equivocado.
Lo que me preguntan siempre es si cobro honorarios mi respuesta es: ¿alguna vez escuchó que Jesús cobrara?, lo que quieran dar denlo a una fundación o a alguien que necesite, esa es la forma de devolver a Dios. 

¿Vienen muchas personas?
No en multitud como con doña Amarilla que tenían que hacer una fila en su casa. No, porque me dedico a otras cosas y no vivo de esto. Esto no se enseña en la facultad y tampoco somos competencia de los médicos, competencia sería si se retiene o le doy algo para tomar, lo único que les digo es que tomen jugo de limón. Si veo que está algún órgano comprometido pido que consulten a su médico.

¿Las personas que vienen se curan?
Se pueden ir aliviadas. La maravilla de la medida con la oración ha permitido aliviar hasta dolores de cervical, de todas formas le digo que no dejen de ir al médico en estos casos porque es algo paliativo. 

¿Quiénes se acercan?
Personas de todas las edades y condiciones. La mayoría por empacho y ojeo, el ojeo lo puedo hacer a la distancia. Visitan muchas madres con sus bebés que cuentan que no comen o no duermen.

La cinta, ¿tiene que tener algo en particular?
En realidad con un hilo que tenga la medida del brazo y la oración es suficiente. Normalmente, sí hacemos bendecir la cinta, trato de tener siempre en mi cartera porque me piden a todos lados donde voy. Mi hijo, por ejemplo, cuando no tengo la cinta me trae una corbata larga que tiene. No es la cinta lo importante, es la oración. 

¿Con el ojeo sucede lo mismo?
Sí, siempre es mediar. Hacemos la oración, pero el que maneja todo es Dios.

¿Se va perdiendo gente que haga esto? 
Creo que no se encuentra quienes enseñen y hay gente que no quiere saber nada sobre esto. Por ejemplo, una abuela me trae a escondidas a su nieto porque sus papás no creen que se pueda curar el empacho.
Otra cosa que se cree es que me puede hacer mal, una sola vez me hizo mal cuando traté a una persona con cáncer terminal, una amiga veía cómo se me transformaba mi cara y sentí como que me clavaban un clavo en el centro de la cabeza. Luego me enseñaron la oración de descargo y ahora no siento dolor. Lo que siento es mucha paz. 

¿Hay menos personas que hagan esto en los barrios?
Sí, hay gente que conozco que hace, pero se reduce a su familia y buscan que no trascienda lo que ellos hacen.
 
¿Qué supersticiones hay?
La gente viene acá ya confiada. Recuerdo el caso de un señor internado en el Hospital Escuela que ya no le funcionaba el riñón, alguien en el pasillo del hospital dijo a la familia que lo podría ayudar, me dijeron y le hice la marca por afuera y por la noche ya se había recuperado. Hay falsas creencias con el fuego de San Antonio que no son válidas como el uso de la tinta china.

¿Desde cuándo existe la mediación?
Es algo ancestral. Tuve la experiencia con un sacerdote que no quiso bendecir la cinta y otro además de bendecirla me pide que le mida el empacho. Hay muchas personas que aprovechan situaciones como el caso de la mujer por calle Rivadavia donde muchos iban, por este tipo de cosas la gente duda.
Son sabidurías que deben acompañar a personas que realmente quieren, no usufructuar o dar al enemigo. Dios sabe a quién darle el don y cómo darle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario