Este 27 de febrero se cumplieron un nuevo
aniversario de la creación de la bandera. En esa fecha, Manuel Belgrano, quien
se encontraba al frente del Ejército del Norte, enarbolaba el pabellón celeste
y blanco por primera vez en estas tierras. Era un acto de coherencia. Se
trataba de dejar de utilizar el emblema que desplegaban las tropas contra las
que se combatía. Pero también era un acto de heroísmo. Muchos, incluidos
aquellos a quienes Belgrano respondía, consideraban que era demasiado prematuro
hablar sin máscaras de la emancipación y que un acto como aquel podía
menoscabar el apoyo de Gran Bretaña, aliada con España para combatir a Francia.
Fue por eso que el Triunvirato le envió una fuerte
admonición, que Belgrano recibió recién después de haber hecho bendecir y jurar
la bandera en Jujuy el 25 de mayo de 1812. Pronto, Belgrano demostraría lo
visionario de su pensamiento y desde 1813 el nuevo emblema sería embanderado
sin recriminaciones. Hoy conmemoramos a uno de los precursores de nuestra
independencia con un artículo publicado a principios del siglo XX sobre las
vicisitudes de nuestra bandera.
Fuente: José Manuel
Eizaguirre, Páginas argentinas ilustradas, Casa Editorial Maucci
Hermano, 1907.
Antes de formar la bandera argentina,
los patriotas adoptaron los colores populares de la escarapela, el 18 de
febrero de 1812 a petición del general don Manuel Belgrano, quien encontrándose
en el Rosario de Santa Fe, aconsejó en nota al gobierno que «parecía llegado el
caso de declarar la escarapela nacional que debíamos usar para que nadie
equivocara nuestras fuerzas con las de nuestros enemigos. En virtud de ese
consejo que tendía a fijar la uniformidad en las insignias de nuestros
soldados, el Gobierno decretó que «la escarapela nacional de las Provincias
Unidas del Río de la Plata sería desde entonces de color blanco y azul
celeste.»
En el mismo sitio y encontrándose al
frente de las mismas fuerzas, Belgrano inauguró el 27 de febrero, dos baterías
destinadas a impedir el paso del río a la escuadrilla española. Para dar mayor
brillo al acto, formó una bandera con los mismos colores de la escarapela, y
esta fue la primera que izaron los ejércitos libertadores en el continente.
El Gobierno, cuando tuvo
conocimiento del hecho, ordenó a Belgrano «que hiciera pasar como un rasgo de
entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola
disimuladamente», subrogándola con la española que se le enviaba y que era la
que hasta entonces flameaba en la Fortaleza. Se le prevenía además que, el
Gobierno no toleraría en adelante, la realización de actos tales sin su previo
consentimiento.
Belgrano
no recibió esa censura en el Rosario, pues por orden del Gobierno se había
trasladado a Salta, para organizar el ejército que venía en retirada desde las
provincias del Alto Perú, después de la derrota en Huaqui.
En
Yatasto tomó el mando del ejército, y contramarchó para avanzar nuevamente
hacia el norte. Hallándose en Jujuy, el 25 de mayo de 1812, enarboló la bandera
formada en el Rosario, para festejar el segundo aniversario de la revolución, y
dio cuenta del acto solemne.
Ese
día lanzó también una proclama que contiene este hermoso párrafo:
«Soldados,
hijos dignos de la patria, camaradas míos: dos años ha que por primera vez
resonó en estas regiones el eco de la libertad y él continúa propagándose hasta
por las cavernas más recónditas de los Andes; pues que no es obra de los
hombres, sino del Dios Omnipotente, que permitió a los americanos que se nos
presentase la ocasión de entrar al goce de nuestros derechos: el 25 de mayo
será para siempre memorable en los anales de nuestra historia, y vosotros
tendréis un motivo más para recordarlo, cuando en él, por primera vez, veáis la
bandera nacional en mis manos, que ya os distingue de las demás naciones del
globo, sin embargo de los esfuerzos que han hecho los enemigos de la sagrada
causa que defendemos, para echarnos cadenas, aun más pesadas que las que
cargabais.»
El
Gobierno creyó que el general Belgrano, insistía en un acto de indisciplina, y
lo llamó seriamente al orden, recordándole su terminante prohibición.
Fuente: El Historiador-
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