Científicos españoles exploraron cómo este líquido
podría convertirse en una herramienta clave para detectar de forma temprana
patologías oculares y neurodegenerativas. Las lágrimas, ese fluido cotidiano que asociamos con la emoción o la
irritación, podrían convertirse en una herramienta médica de enorme
valor.
Un equipo de investigadores españoles
del Instituto de Investigación y del Hospital Germans Trias i Pujol analizó su
potencial para revelar señales tempranas de enfermedades oculares y, sorprendentemente, también de trastornos
neurodegenerativos.
En un estudio publicado en la revista Extracellular Vesicles and
Circulating Nucleic Acids, los científicos revisaron más de un centenar de
trabajos sobre el uso de vesículas extracelulares derivadas de lágrimas,
pequeñas partículas liberadas por las células que podrían funcionar
como biomarcadores. La investigación resalta una idea poderosa: el cuerpo
ofrece rastros de su estado interno incluso en una lágrima.
El punto de partida es simple pero
profundo. Los fluidos oculares, como el humor acuoso y el humor vítreo,
reflejan la salud del ojo, pero acceder a ellos implica procedimientos
invasivos que limitan su uso clínico. En cambio, las lágrimas pueden
recogerse con facilidad, sin causar molestias ni riesgos. Esa
accesibilidad abre la puerta a una revolución diagnóstica.
Un laboratorio en una lágrima
En los últimos años, la prevalencia de enfermedades oculares aumentó
de forma significativa, impulsada por el envejecimiento poblacional, la
exposición a pantallas y factores metabólicos.
Sin embargo, el diagnóstico temprano
sigue siendo un desafío. Muchas patologías, como el
glaucoma o la retinopatía diabética, se detectan solo cuando el daño ya es
irreversible. En ese contexto, los avances en biología molecular y
nanotecnología ofrecen un nuevo enfoque: encontrar biomarcadores capaces de
anticipar el deterioro.
El glaucoma, por
ejemplo, es una neuropatía óptica progresiva que suele asociarse con presión
intraocular elevada. Afecta al nervio
óptico y continúa siendo la principal causa de ceguera permanente en el mundo.
La retinopatía diabética, por su parte, aparece cuando los niveles altos de
glucosa dañan los vasos de la retina, mientras que el síndrome del ojo seco se
relaciona con alteraciones inflamatorias y neurosensoriales de la película
lagrimal.
En todos los casos, las lágrimas podrían funcionar como una fuente
accesible de información biológica. La idea de que una gota contenga los
rastros de una enfermedad antes de que el paciente note los síntomas redefine
el concepto de medicina preventiva.
Las vesículas
extracelulares derivadas de la lágrima fueron identificadas por primera vez
hace pocos años, y desde entonces su estudio crece con rapidez. Los primeros
trabajos caracterizaron su estructura y composición molecular, confirmando que contienen firmas específicas que reflejan la
actividad de sus células de origen.
Esa relación
convierte a las EVs en un puente entre la biología ocular y la neurociencia. No
solo permiten comprender procesos inflamatorios locales, sino también rastrear
señales vinculadas a enfermedades como el Alzheimer o
el Parkinson,
en las que la comunicación celular juega un papel central.


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