El chocolate blanco es un
dulce formado por leche,
manteca de cacao y azúcar. La manteca de cacao es una grasa de origen vegetal con un
punto de fusión lo suficientemente elevado para mantenerla sólida a temperatura
ambiente, lo cual nos sirve para poder fabricar el chocolate blanco. Por norma
se compone de un 20% de manteca de cacao, un 14% de sólidos lácteos, un 3,5 %
de grasa láctea y aproximadamente un 55% de azúcar u otros edulcorantes. No
lleva entra sus componentes pues ni pasta, ni licor, ni sólidos del cacao.
Al carecer de sólidos o pasta de cacao es
pobre tanto en teobromina como en cafeína. Las dos son metilxantinas,
que a nivel orgánico producen estimulación del sistema nervioso central, broncodilatación
y diversos efectos cardiovasculares. Cabe destacar que estas sustancias en los
animales domésticos pueden resultar tóxicas, ya que estos las eliminan
lentamente del organismo. El chocolate blanco es por tanto muy rico en
calcio (225 mg por cada 100 gr de chocolate).
El
primer chocolate comercial fue producido en 1930 por la compañía Nestlé. Eran
pequeñas barritas a las que llamaron Galak y que en España se
conocen como Milkibar (barritas de leche), que no fueron
comercializadas hasta 1962. En realidad la idea de la compañía era crear un
producto con el sabor adictivo del chocolate y su característico sabor amargo.
Pero,
¿se puede considerar al chocolate blanco, chocolate en sí? Técnicamente no, en
realidad es un derivado o subproducto del mismo ya que no
contiene pasta de cacao. Además es mucho más rico en azúcares y grasas. Al no
contener pasta de cacao, pierde además los polifenoles que aportan al chocolate
los efectos antioxidantes. Todos estos datos han conseguido darle al chocolate
blanco bastante mala prensa. Mi opinión personal es sencilla; la clave del
éxito está en no abusar.
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