Biden pide a sus servicios de inteligencia un informe
concluyente en 90 días. Las informaciones sobre la enfermedad de unos
científicos de Wuhan en otoño de 2019 y la conexión del centro con las muertes
de una mina en 2012 dan alas a la hipótesis
El mundo sabe ya que la covid-19 se transmite esencialmente
por el aire y en lugares cerrados, que afecta más a las personas mayores y a
los hombres.
Ha comprobado que las
mascarillas tienen bastante sentido, aunque no son infalibles, y ha visto cómo, en un tiempo
récord, la industria farmacéutica ha logrado desarrollar una amplia y potente
oferta de vacunas para combatir la enfermedad. Lo que ignora aún el mundo en
este mayo de 2021 es dónde, cuándo y cómo surgió exactamente este nuevo
coronavirus que ha causado la peor pandemia en un siglo y que, desde que fue
conocido en diciembre de
El
primer foco se detectó en la
ciudad china de Wuhan y los afectados parecían vinculados a un
mercado de animales vivos. El salto del virus del animal a los humanos allí o
en otro lugar no precisado ha sido la hipótesis principal desde el comienzo de
la pandemia.
La
alternativa, que el virus, de origen natural, saltase de animal a humano en el
Instituto de Virología de Wuhan (WIV, por sus siglas en inglés), un laboratorio
en esa misma urbe que estudia los virus SARS, y se registrase una fuga
accidental, había sido desdeñada como una teoría prácticamente conspirativa,
que pocos científicos avalaban y que tenía, entre los gobernantes, al peor
embajador: Donald Trump.
El entonces presidente de EE UU se había
labrado la reputación de difusor de falsedades y aderezaba sus comentarios con ataques
al régimen de Xi Jinping y a la Organización Mundial de la Salud. La
confusión de esta posibilidad accidental con una fabricación deliberada del
virus como arma biológica también le restaba credibilidad.
Hoy, sin embargo, la teoría del
accidente del laboratorio ha salido de los márgenes del relato para ingresar en
el reino de la verosimilitud. El día 13, un grupo de 18 científicos de
universidades de élite, como Harvard, Stanford y Yale, publicaron
una carta abierta en la revista Science haciendo un
llamamiento para que se considerase “seriamente” la hipótesis
hasta que hubiese datos suficientes que permitieran descartarla.
El
lunes, cuando al doctor Anthony Fauci,
director del Instituto Nacional de Alergología y Enfermedades Infecciosas de
Estados Unidos, le preguntaron si aún creía que el virus se había desarrollado
de forma natural, respondió: “La verdad es que no. No estoy convencido de ello,
debemos seguir investigando lo que pasó en China”.
El propio presidente Joe Biden publicó un comunicado
recalcando que las dos hipótesis son posibles. Nada más llegar a la Casa
Blanca, cuenta, encargó a los servicios de inteligencia un informe sobre el
origen del coronavirus que recibió a principios de este mes. La comunidad de
inteligencia ha llegado a un consenso en torno a “dos probables escenarios”, el
del contacto animal-humano y el accidente de laboratorio, pero no ha llegado a
una conclusión definitiva.
“Mientras dos
elementos en la comunidad de inteligencia se inclinan hacia el primer escenario
y otro se inclina hacia el último —cada uno con baja o moderada confianza—, la
mayoría de elementos no cree que haya suficiente información para determinar
que uno es más probable que otro”. Así, ha pedido a sus agentes que redoblen
los esfuerzos y le entreguen un estudio lo más definitivo posible en el plazo
de 90 días.
Pero la
desconfianza es, aun así, evidente. La misión de la OMS solo pasó tres horas en
el Instituto de Virología de Wuhan y sus miembros no pudieron acceder más que a
datos procesados. Su informe concluía el pasado 9 de febrero que la hipótesis del
accidente de laboratorio era “extremadamente improbable”,
mientras que la transmisión natural desde un reservorio animal era “probable o
muy probable”. Y dos días después, el 11 de febrero, el director general de la
OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, advertía de que no se podía descartar esa
posibilidad y era necesaria una investigación más exhaustiva.
El miércoles, un portavoz de la OMS
respondió a este diario por correo electrónico que la organización se encuentra
ahora revisando las recomendaciones del informe sobre el origen del virus a un
nivel técnico, y estos equipos técnicos elaborarán una propuesta para los
próximos estudios que se lleven a cabo. Las próximas investigaciones incluirían
la hipótesis del accidente del laboratorio, pero no está claro que se vayan a
realizar.
El país
asiático no solo niega la posibilidad de una fuga. También acusa, por su parte,
a Estados Unidos. En plena lucha de esgrima verbal con Washington sobre las
causas y la gestión de la covid cuando la pandemia comenzaba a llegar a EE UU,
el propio Zhao —estandarte de una nueva generación de diplomáticos chinos
conocida como “lobos guerreros”, mucho más agresivos en la retórica a favor de
su país— daba pábulo el año pasado en su cuenta de Twitter a una teoría
conspiratoria: que el virus hubiera llegado a Wuhan en octubre de 2019 traído
por soldados estadounidenses que participaron en los Juegos Militares
celebrados en esa ciudad.
Pekín también insiste en que Estados
Unidos debe permitir en sus propios laboratorios militares de armamento
biológico en Fort Detrick una inspección similar a la que llevaron a cabo los
expertos de la OMS en Wuhan a principios de año.
Las acusaciones entre Washington y Pekín
han acompañado a la evolución de la propia pandemia, en paralelo a la entrada
en barrena de las relaciones entre las dos grandes potencias mundiales. Y,
arrastrados al medio de esta disputa, se encuentran los trabajos científicos de
búsqueda del origen de la covid.
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