Hábitos de vida
La
mayor esperanza de vida de las mujeres se explica por hábitos de vida que,
tradicionalmente, han sido más saludables, con menores índices de sustancias
tóxicas, como tabaco y alcohol,
así como de consumo de drogas, que los hombres, explica Miguel Ángel Acosta.
Además, las
mujeres también han mantenido en general un patrón dietético más favorable,
con una mayor adherencia a la dieta mediterránea, con más consumo de
verduras y frutas y menor de carne y de grasas saturadas, indica este
especialista.
“Se
da la circunstancia de que las mujeres, condicionadas en parte por la presión
social, han prestado más atención a su imagen y se han preocupado más por el
mantenimiento del peso. Es un hábito saludable, siempre sin
que se convierta en una obsesión, del que también conviene que aprendan los
hombres”, señala Acosta.
Sin embargo, los cambios en los patrones dietéticos y de hábitos de vida
manifestados por la población femenina en los últimos años se están traduciendo
ya en un aumento de los tumores de pulmón, relacionado este incremento con un
mayor consumo de tabaco, y en más incidencia de cáncer de colon, muy
correlacionado este tumor con hábitos dietéticos, ambientales y de estilo de
vida.
Viven más pero con peor calidad de vida en los años
finales
Otro
aspecto significativo se refiere al hecho de que las mujeres viven más, pero
con una peor calidad de vida en sus últimos años y más tiempo en situación de
dependencia. Esto es debido en parte a que los
eventos cardiovasculares cuando se producen resultan en mayor medida
fulminantes en los varones, indica Miguel Ángel Acosta,
mientras que el índice de fallecimiento inmediato es menor en el caso de las
mujeres pero viven con secuelas crónicas en esos años posteriores al evento.
Una
cuestión importante a la hora de enfrentar el infarto de miocardio en la mujer
es tener en cuenta que en ocasiones la sintomatología “no es tan de libro” como
en el caso del varón, de modo que no siempre se presenta con el dolor torácico
característico, revela el experto. Las claves para sospechar rápidamente un
posible infarto en la mujer, en ausencia de ese dolor torácico central y en un
contexto clínico sugestivo de infarto, son molestias epigástricas, en el
estómago y la zona precordial, náuseas, dificultad para respirar y sudoración.
Elemento
fundamental para el diagnóstico temprano es determinar en qué contexto ha
aparecido esa sintomatología, indica Acosta, dado que en caso de infarto suele
iniciarse tras un esfuerzo físico. Desde la Sociedad Española de Medicina de
Familia, destacan la importancia de la incorporación del enfoque
de género y de equidad en la atención a los problemas de salud en la
práctica clínica y de que los profesionales dispongan de
herramientas básicas para una actividad asistencial, investigadora y
docente con perspectiva de género que evite los sesgos en la atención.
Más predisposición a consultar y pedir ayuda
Otro
factor que contribuye a explicar la mayor esperanza de vida de las mujeres y
del que los hombres podrían tomar ejemplo, según explica Acosta, es
la mayor predisposición de la población femenina a acudir al médico en caso de
malestar o determinada sintomatología. “Al hombre le cuesta
mucho más pedir ayuda, sobre todo, si el malestar es de tipo psíquico”.
Sin
embargo, acudir
a los profesionales sanitarios es el primer paso para conseguir un diagnóstico
temprano de un problema de salud y un tratamiento adecuado. En
cambio, cuando el malestar está relacionado con la esfera sexual las mujeres se
muestran más reticentes a buscar ayuda, explica Miguel Ángel Acosta, “por
ejemplo, cuando sufren molestias vaginales en las relaciones sexuales o cuando
tienen dificultad para llegar al orgasmo, cuando son situaciones sobre las que
también deberían consultar”.
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