Francisco cumple su primer año en el papado. Un periodo un
poco convulso en el que ha tenido que afrontar graves problemas dentro de la Iglesia como la corrupción
o las luchas internas. Sin embargo, en general el nuevo pontífice ha cumplido
con nota. Su sencillez, naturalidad y carisma han provocado que
millones de católicos y no católicos de todo el mundo vuelvan de nuevo su vista
hacia el Vaticano con simpatía.
No cabe duda que los comentarios del Santo Padre sobre el
papel de las mujeres, el matrimonio homosexual o el uso de los anticonceptivos han
supuesto un soplo de aire modernizador en una institución que muchas veces ha
sido muy por detrás de la sociedad, reacia a unas reformas
necesarias que la gente reclamaba.
Los sectores más conservadores de la institución
observan con recelo cada palabra del pontífice y se muestran preocupados por la
deriva que está tomando. Acostumbrados a papas prudentes y predecibles,
Francisco es un verso suelto, capaz de salirse del guión
siempre que lo estime necesario.
“Parece que tiene
un buen corazón y algunos buenos instintos católicos, pero teológicamente
es como un choque de trenes, remarcablemente descuidado. Aunque
esto pueda sorprender a algunos lectores, debo decir que yo nunca
permitiría que el papa Francisco le enseñase religión a mis hijos”, escribió John
Vennari, editor del ‘Catholic Family News’, poniendo voz a miles de católicos
en el mundo que piensan de la misma manera.
Pero no
es el único. Thomas Groome, profesor de teología de la
universidad de Boston, hablaba en un artículo de la NBC sobre las personas a las
que no les gusta Francisco y se preguntaba si sus críticos
serían capaces de apoyar el nuevo enfoque del papa y
seguir manteniendo la fe.
Lo curioso del caso es que en el sector totalmente
contrario, esto es la izquierda progresista, el Santo
Padre tampoco ha calado especialmente bien en este año. Creen
que es exactamente igual que sus predecesores, simplemente
que sabe venderse mejor que ellos, pero que no ha enfrentado de verdad
ninguno de los problemas acuciantes en la Iglesia católica. Al menos
así lo aseguraba John Bloodworth, el popular autor británico del blog ‘Left
Foot Forward’.
En un punto intermedio se sitúan los que creen que
Francisco ha conseguido demasiado crédito para lo que ha hecho. Estiman que
podía haber marcado una diferencia mucho mayor que la que ha
logrado.
Una de las críticas más habituales a su gestión es la tibieza
con la que ha tratado los casos de abusos sexuales a menores
por parte de algunos eclesiásticos. El papa no solo no se ha reunido
públicamente con las víctimas, sino que tampoco ha hecho una disculpa
oficial como pontífice. Sistemáticamente ha evitado una
situación que lo único que hace es hacerle perder credibilidad. Muchos de sus
fieles le exigen una respuesta contundente a un hecho intolerable
que nunca debe ser defendido.
Mientras tanto Francisco continúa con su popular
papado. Protagonista de portadas, incluso 'Time' le nombró el hombre del año,
sigue su trabajo en silencio, consciente de que los grandes
cambios necesitan pasos muy pequeños hasta lograr el objetivo.
Con una corriente social a favor, el reto del papa es conseguir aunar todas las
voluntades en la consecución de sus planes, algo casi imposible, pero no para Francisco.
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