SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



miércoles, 5 de noviembre de 2014

Reconocer que somos envidiosos nos libra de tan vergonzante sentimiento.


SER o NO SER ENVIDIOSO: La envidia es un sentimiento (o pasión si es muy intensa) de carácter displacentero que surge al considerar lo que se posee o ha conseguido otra persona. Etimológicamente procede de invidere, que significa «ver con malos ojos». El envidioso «mira con malos ojos» las cualidades, éxitos o posesiones de los demás; que constituyen para él una fuente de sentimientos displacenteros y de profunda insatisfacción.
 
La soberbia y el egoísmo son dos rasgos de personalidad vinculados íntimamente con la envidia. Por la soberbia una persona no está dispuesta a aceptar que otros, a los que considera iguales o inferiores, sean más valorados por los demás, posean más cosas o tengan más éxito en el campo profesional o social. 
Hay veces que decimos sentir envidia de alguien porque admiramos sus cualidades o lo bien que sabe hacer las cosas. Nos gustaría ser en esto como él. No se trata de envidia, sino de un deseo de superación que se concreta en una persona.
La envidia, uno de los 7 pecados capitales, afecta tanto al envidioso como a quien están dirigidas las injurias, el envidioso se angustia por su incapacidad de no poder obtener lo que el otro, y el otro puede ser victima al crearse un entorno negativo en la familia, trabajo o vida social general por los continuos embates del envidioso.
 
Consejo final: Se debe superar la envidia y sustituirla por sentimientos positivos, la envidia es muy fácil de descubrirla, se nota en los ojos, el envidiar solamente dañará a nosotros mismos, romperá vínculos, cerrará las puertas y nos distanciará de las personas que amamos.
El siguiente poema da un claro ejemplo de cómo obra en nosotros la envidia:
El Envidioso

 
De colores estoy tinto
me broto por todos lados,
disculpen los que puedan
de envidia estoy contagiado.
 
Los ojos se me saltan
 la frente se me arruga,
se me traspiran las manos
y el hígado se me estruja.
 
Si otro lo hace me molesta
y yo lo hago también,
quien me ofrece almíbar
para endulzar esta hiel.
 
Si mi amigo lo invento
yo también lo inventare,
es humana la envidia
yo sin control, exagere.
 
Hay envidia soportable
que te obliga a comprender,
la mía es envidia ciega
que me hace retorcer.
 
Pienso y repienso
y no se como se le ocurrió,
es una poesía genial
seguro que la robo.
 
Me desespero por curarme
ya no se ni lo que soy,
me parezco a una cebra
de envidioso que estoy.
 
Disimulo como puedo
¡pronto necesito curación!
el psicólogo me dijo
que tengo una maldición.
 
El envidioso les cuento
de envidioso que soy,
si otro cuenta, yo no cuento
de envidioso que estoy.

 

 Autor: Miguel Ángel Figueiras Gimenez
Poeta y escritor de Merlo, Buenos Aires.

No hay comentarios:

Publicar un comentario