El Tai Chi es
un arte marcial surgido en China hace siglos –su origen no está claro–
para la lucha cuerpo a cuerpo, aunque hoy se asocia a
una rutina de ejercicios físico-espirituales dirigidos a mejorar nuestra salud y
calidad de vida. Es una meditación activa
expresada a través de suaves movimientos continuos y circulares que aportan
bienestar general, claridad mental y calma.
Aunque dominarlo es complejo, iniciarse solo requiere
predisposición y una mínima movilidad, lo que facilita que
jóvenes y mayores, hombres y mujeres, partan en igualdad de condiciones.
Según
la medicina china tradicional, el estado de ánimo interviene en los sistemas
circulatorio e inmunológico, así que el Tai Chi ayudaría
a luchar contra numerosas enfermedades.
¿Y qué dice la ciencia moderna? Hay estudios que corroboran que el Tai Chi reduce
el estrés y la ansiedad, mejora la flexibilidad, estimula el
sistema cardiovascular, controla la presión arterial, refuerza el equilibrio,
incrementa la vitalidad y equilibra las emociones.
En 2015, el British Journal of Sports Medicine publicó una investigación que
demostraba que este ejercicio mejoraba la calidad de vida de pacientes con artritis,
cáncer de mama y problemas respiratorios crónicos, y también la de personas que
habían sufrido un infarto.
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