“La
ternura es algo más grande que la lógica del mundo. Es una forma
inesperada de hacer justicia. Por eso no debemos olvidar nunca que Dios no se
ha asustado de nuestros pecados, -coloquemos bien esto en la cabeza- Dios no
se asusta de nuestros pecados, es más grande que nuestros pecados, es
padre, es amor, es tierno- no se ha asustado de nuestros pecados, de nuestros
errores, de nuestras caídas, sino que se asusta por el cierre de nuestro
corazón, -eso le hace sufrir-, se asusta de nuestra falta de fe en su amor”,
señaló
Es
importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el
Sacramento de la Reconciliación,
en la oración personal con Dios, teniendo una experiencia de verdad y ternura”,
dijo el Santo Padre a los fieles reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano.
En esta línea, el Papa advirtió que Dios perdona siempre y nos
conduce a la Verdad mientras que “paradójicamente, incluso el Maligno
puede decirnos la verdad, él es mentiroso, pero, se acomoda para decirnos la verdad y conducirnos a la mentira, si el maligno lo hace, es para condenarnos”.
“El Señor nos dice la verdad, para darnos la mano y salvarnos.
Sabemos, sin embargo, que la Verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona. Dios perdona siempre, tengan esto en la cabeza y el corazón, Dios perdona siempre, somos nosotros que nos cansamos de pedir perdón, pero Él perdona siempre, las cosas más feas”, afirmó el Papa.
Asimismo, el Santo Padre invitó a “mirarnos en la paternidad de
José, que es un espejo de la paternidad de Dios, y preguntarnos si permitimos al Señor que nos ame con su ternura, transformando a cada uno de nosotros en hombres y mujeres capaces de amar así”.
“Sin esta ‘revolución de la ternura’ -se necesita una ‘revolución de
la ternura’- sin esta ‘revolución de la ternura’ corremos el riesgo de
permanecer presos en una justicia que no permite levantarnos fácilmente y que confunde la redención con el castigo”, alertó el Papa.
De este modo, el Pontífice recordó la parábola del Padre misericordioso relatada en el Evangelio de San Lucas (Lc 15,11-32) que subraya
“además de la experiencia del pecado y del perdón, también la forma en la que el perdón alcanza a la persona que se ha equivocado”.
“La ternura es algo más grande que la lógica del mundo. Es
una forma inesperada de hacer justicia. Por eso no debemos olvidar nunca que Dios no se ha asustado de nuestros pecados, -coloquemos bien esto en la cabeza-
Dios no se asusta de nuestros pecados, es más grande que nuestros pecados, es padre, es amor, es tierno- no se ha asustado de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras caídas, sino que se asusta por el cierre de nuestro corazón, -eso le hace sufrir-, se asusta de nuestra falta de fe en su amor”, señaló
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