La Organización Mundial de la Salud define al
estrés como el conjunto de reacciones fisiológicas que preparan al organismo
para la acción; algunos autores mencionan que es una respuesta natural y de
vital importancia para la supervivencia de los individuos.
Pero en el acontecer diario, el estrés
dejó de presentarse de forma natural y comenzó ser la manifestación de cargas
excesivas en algunas personas, provocando diversas enfermedades que afectan, la
mayoría de las veces, en la realización de las actividades cotidianas.
Se estima que el 75% de los trabajadores
mexicanos sufre de este mal, según datos del Instituto Mexicano del Seguro
Social (IMSS). Para la doctora Mariana Gutiérrez Mariscal, del Instituto de
Biotecnología de la UNAM, el estrés debe regularse conociendo cómo se origina y
cuáles son sus consecuencias. Una manera es a través de lo que ocurre en el
cerebro cuando estamos estresados.
Amenaza
a la supervivencia:
Se orquestan una serie de reacciones
bioquímicas en el cerebro cuando un ser humano está estresado, comentó la
doctora Gutiérrez; aunque las respuestas van a depender del tipo de estrés que
se presente, sea físico o emocional.
El estrés físico logra poner en jaque
inmediato el equilibrio armónico del organismo, es decir, la homeostasis.
“Cuando el estrés, en este caso físico, pone en peligro la supervivencia es
porque está causando un desequilibrio en el organismo, por lo cual el cuerpo
tiene que generar muchas acciones para tratar de contender con esta emergencia
sistemática, provocando con ello desde fiebre hasta hemorragias, entre otros
muchos síntomas”.
El emocional, por otra parte, puede ser
crónico y generar ansiedad, depresión, y algunos otros síntomas tanto físicos
como emocionales, explica la especialista. “Este tipo de estrés puede no
dañarnos a corto plazo, pero a la larga puede llegar hasta a matarnos. Por
ello, contender con el estrés emocional crónico es tan importante como con el
físico”.
Señales cerebrales:
Las señales de ambos tipos de estrés,
mayormente las del físico, entran por la región del tálamo, el cual es el
puente sensorial entre el medio ambiente y el medio interno. Este órgano tiene
una conexión sumamente importante con el hipotálamo, el cual tiene un papel
trascendental en las reacciones ante el estrés, indica Gutiérrez Mariscal.
“El hipotálamo es un centro integrador y
orquestador en donde diversas señales convergen. Es en este sitio donde los
procesos regionales del cerebro le indican al organismo que genere cierta
conducta, que produzca ciertas hormonas, que se quede a la expectativa o que
huya de la amenaza”.
Una de estas señales es la que va del
hipotálamo a la pituitaria anterior, y de esta a las glándulas suprarrenales.
Dichas glándulas generan una hormona llamada cortisol, la cual sale a la
circulación general, teniendo como blanco al tejido adiposo, menciona la
investigadora.
“Cuando estamos en situación de emergencia
por el estrés, el cortisol suprime las digestión, las actividades
reproductivas, entre otras, y enfoca toda la atención del organismo a generar
la respuesta que asegure la supervivencia.”
Otra de las estructuras cerebrales que
juega un papel importante en este proceso es la amígdala, la cual, apunta la
doctora, va a decidir la respuesta hormonal y conductual del organismo; además,
va a establecer qué información se almacena del medio ambiente en el cerebro
para que cuando se presente una situación similar, se haga uso de esta
información sensorial, lo cual ocurrirá al mismo tiempo que la situación
amenazante.
La investigadora universitaria subrayó
que “es de vital importancia tener un conocimiento más amplio sobre el estrés y
sus consecuencias, pues con estos elementos se podrán generar mejores políticas
públicas que ayuden a controlar y disminuir esta epidemia que sigue en
aumento”.
La OMS prevé que para el año 2022, el
estrés será el segundo factor causante de enfermedades en todo el mundo.
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