Fue uno de los mayores avances de la lucha de la clase obrera y el pueblo en los años 60 y 70. Se reaccionó contra la opresión política, económica y social.
No fue un alzamiento popular espontáneo, fue organizado por los sindicatos
cordobeses, que contaron con el apoyo de los universitarios, de una variedad de
partidos políticos y del pueblo.
Se rompió la tradición del
“paro matero”, fue una huelga con abandono de tareas y movilización, con
planteamientos económicos, políticos y gremiales. Se fue a trabajar y desde las
grandes plantas industriales, las columnas obreras, compactas, llenas de
bronca, arrastraron a los obreros de las pequeñas fábricas.
Las barricadas se
levantaron por toda la ciudad, el pueblo fue tomando uno a uno cada barrio, se
enfrentó a las fuerzas policiales, que se replegaron a sus cuarteles, dejando
la ciudad en manos de los trabajadores y estudiantes. Se ejerció el derecho a
la autodefensa. Porque en esas jornadas, la clase obrera, respondió con sus
métodos de acción directa. Se recurrió a la movilización, los piquetes, las
barricadas, y se conformaron grupos especiales de defensa.
Desde 1966 hasta el
Cordobazo, todo intento de resistencia a la dictadura, tenía que descontar la
violencia de la dictadura, a partir de ese 29 de mayo, se supo cómo hacer
retroceder a las fuerzas que salieron a reprimir a los trabajadores. Fueron
jornadas de Solidaridad de clase, que se vio desde la convocatoria hasta la
organización, pasando a los momentos de compartir las barricadas, las asambleas
espontáneas, etc.
Se demostró una vez más la
importancia decisiva del protagonismo de los obreros industriales. La
prolongada movilización de otros asalariados, la persistencia y audacia de la
lucha de los universitarios, no había logrado lo que consiguieron los
trabajadores cordobeses en dos días. El movimiento obrero industrial se hizo
cargo de ese liderazgo social y arrastró al pueblo todo a la lucha
antidictatorial. Se retomó la vieja tradición, que cuando fueron agredidos los
trabajadores en todo el mundo han respondido tomando en sus propias manos, y
organizando su defensa.
La pregunta que se extendió
de una fábrica a otra fue ¿la clase obrera en sus luchas debe ofrecer las dos
mejillas o debe defenderse de los brutales ataques de distinto tipo a los que
nos hemos referido? Se llevó a la práctica lo que se consideró un derecho que
les permitió luchar. La autodefensa se planteó como disuasiva, defensiva, y
sometida a los trabajadores. Una de las enseñanzas fue que la autodefensa de
los trabajadores no es, ni debe ser independiente de la voluntad y decisión de
los trabajadores, sino que debe ser debatida y aprobada por los propios
trabajadores. No deben ser en ningún momento grupos independientes de la clase
ni operar por fuera de un sistema democrático de control como son las
asambleas. La autodefensa la deciden, la organizan y la llevan adelante los
trabajadores.
Además, las Asambleas
obreras populares que se realizaron reuniendo en su seno a los obreros y a gran
parte de la población pobre de los barrios tomados y rodeados de barricadas, y
en algunos lugares con la población ejerciendo el poder de policía, por
ejemplo, el de permitir la salida de los bomberos tomados para sofocar
incendios, controlar la entrada y salida de los barrios, también constituyeron
una forma embrionaria de los órganos de poder, con democracia directa abarcando
ya a toda una ciudad, pero su insipiencia y en gran medida la ausencia de una
verdadera organización, no permitió la unificación de las asambleas barriales
entre sí, a través de delegados electos, en un consejo único de la ciudad.
¿Qué consecuencias tuvo?
Constituyó un punto
decisivo en la evolución de la lucha de clases, porque puso de manifiesto el
estado que había alcanzado la radicalización de la conciencia política de
importantes sectores del proletariado, de la pequeña burguesía y el profundo
rechazo antidictatorial existente, acumulado en varios años de deterioro
económico-social y de opresión política.
El país no volvió a ser el
mismo, se incorporaron a la lucha cientos de jóvenes obreros y estudiantes.
Estallaron todas las instituciones. Se abrió un profundo debate, que se expresó
abiertamente en toda la sociedad. El tema central de la polémica, era como
debía seguir la lucha contra la dictadura y para qué.
Las posturas fueron desde
la recuperación de la democracia hasta que tipo de “revolución” o de
transformaciones que eran necesarias para la Argentina. En el movimiento obrero
adoptó una forma más encubierta, más en grupos que en asambleas masivas. Entre
los universitarios nadie discutía que era necesario una revolución: lo que se
polemizaba era qué tipo de revolución y la forma de concretarla.
Algunas agrupaciones
políticas, estrechamente relacionadas con el radicalismo popular (UCRP), o el
Partido Comunista (PC) y sectores del nacionalismo popular (Mura, MNR, MOR,
AUN, FEN, etc.), se expresaban por la lucha contra la dictadura, por su
derrocamiento, por la resistencia a la misma y forma de reemplazarla. Los
sectores de la izquierda con raíz marxista, con mayores o menores variantes
mantuvieron, en el proceso político posterior al Cordobazo, la consigna “ni
golpe, ni elección, revolución”, línea política que preconizaba el
derrocamiento de la dictadura o la lucha contra ella, en el camino de
reemplazarla por un gobierno o un poder que realizara la revolución de
liberación social y nacional en “marcha hacia el socialismo”.
Las expresiones del
peronismo en el movimiento estudiantil mantuvieron también lo esencial de su
línea de unir a los estudiantes con el llamado “peronismo revolucionario”,
expresión real del movimiento obrero, según ellos, en el camino de la
liberación nacional y social. Pero, el debate abierto produjo profundas fisuras
en la izquierda tradicional o institucional, y determinó la aparición de grupos
políticos, entre los cuales se contaban entre otros el Socialismo
Revolucionario (SR), Tendencia Comunista (TC), Espartaco, Orientación
Socialista, El Obrero, Lucha Socialista, Poder Obrero, Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, etc.
Todos ellos pasaron a
impugnar en forma frontal la estrategia de una Revolución que presuponía la
“tarea” de la Liberación Nacional. Ese cuestionamiento abarcó lógicamente la
caracterización del Estado, del país como semicolonial, las alianzas de clase,
el tipo de poder. Se pronunciaron contra la dictadura, los golpes y las salidas
electorales. De la consiga, “ni golpe, ni elección, revolución”, se pasó a la
proclamada “ni golpe, ni elección, revolución proletaria”, dando de esa manera
una salida real fuera del sistema.
Un sector importante de la
izquierda, pasó a definirse por la acción directa. Esto se vio favorecido, no
solo por las condiciones nacionales, sino además por un proceso dado en América
Latina y el mundo. Producto de la propia experiencia vivida en la Argentina (golpes,
elecciones, proscripciones, etc.) y de la percepción de fenómenos como la
crisis del parlamentarismo a nivel mundial, de tristes experiencias como la del
Partido Comunista Francés con su traición en Mayo del 68 (producto de sus tesis
de acceso al poder por vía pacífica y por mayoría parlamentaria), producto de
todo eso por un lado y su contrapartida por el otro, por ejemplo el triunfo de
la revolución cubana por la acción de las armas y el desarrollo de la lucha
vietnamita, resultado de éstas y de múltiples experiencias más, el conjunto de
organizaciones políticas a que nos estamos refiriendo llegaron a varias
conclusiones de las que destacamos dos, muy relacionadas con su actitud frente
a la lucha democrática:
*.-Que la vía de acceso al
poder sólo puede ser armada. Había tesis que iban desde la guerra popular hasta
“el acto insurreccional” pasando por la guerra prolongada.
*.-La segunda conclusión,
es que el parlamento es un engaño a las masas, que no puede constituir una vía
de acceso al poder y que por lo tanto no sirve para nada en cuanto a la lucha
revolucionaria se refiere.
Por otra parte, algunos
grupos que pasaron a proclamar la revolución socialista, definieron a la vez
que la única forma de acceso al poder era por la acción revolucionaria del proletariado,
como una conclusión irrefutable, sobre todo en un país capitalista y más aún en
la Argentina, dejando aclarado que “no cabría pensar siquiera en la posibilidad
de otra forma de definir el problema del poder que no sea por la acción de las
armas”, y que en base a eso justamente, coincidían también en que el parlamento
no puede ser nunca una vía de acceso al poder.
O sea, la situación social
y política del país cambiaría radicalmente y la lucha de clases iría in crescendo, con la clase obrera ocupando
el centro de la escena, enfrentando a la dictadura, al capital y marcando el
camino a distintos sectores populares y al estudiantado universitario.
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