Desde
hace tiempo me ha fascinado el tema de la longevidad humana. Cuando hice una
investigación sobre la evolución de la esperanza de vida a lo largo de la
historia humana, me topé con una estadística que a primera vista parecía
chocante: en 1900, la «media esperanza de vida» en España no llegaban a los 35 años, y en China e India ni siquiera llegaba a los
25.
Al leer estos datos, la
primera impresión que tendría mucha gente es que hace un siglo todo el mundo
moría antes de los 35 años, y si tenías 33 ya eras un «viejo». En realidad, es
una idea MUY equivocada porque la
«esperanza de vida» no se mide por la edad máxima a que llega la gente más
longeva, sino por la «edad media» de la muerte. Y hasta
mediados del siglo XX, debido a una alta tasa de mortalidad infantil, la «edad
media» de la muerte era siempre muy baja.
Por ejemplo, si en una población la mitad de la
gente muriese en la primera infancia y la otra mitad muriese a los 60, la
«media esperanza de vida» sería unos 30. Sin embargo, este número carece de
sentido como indicador de longevidad.
Nadie
sabe con seguridad hasta qué edad vivía los primeros humanos, pero en general,
la evolución biológica de nuestra especie, homo sapiens sapiens, durante los últimos 100.000 años
ha sido mínimo, así que, podemos asumir que desde la edad paleolítica la gente
ya tenía la potencia de llegar a una edad de 90 o 100, igual que ahora.
Sin embargo, el porcentaje de la población que podía llegar a estas
edades avanzadas está condicionado por varios factores: la alimentación, el estilo
de vida, las epidemias, entre muchos.
Según varios estudios, durante la edad
paleolítica, nuestros ancestros cazadores-recolectores vivían en grupos
pequeños de 10 – 30 personas y pasaban la mayor parte de la vida migrando de un
lugar a otro en busca de animales para cazar o frutas y plantas para recoger.
Debido a un estilo de vida físicamente exigente, sólo los más fuertes y hábiles
sobrevivían la infancia.
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