SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 17 de febrero de 2024

EL EXTRAÑO ORIGEN DE LA PALABRA TESTIFICAR. "El saber nos hara libres"

 

Esta palabra tiene un origen peculiar. Porque, se dice que, de acuerdo con la tradición romana, cada persona llamada al foro, es decir, a juicio, como testigo, se comprometía a decir verdad realizando un gesto ritual que consistía en tocarse los testículos con la mano derecha.



De acuerdo con algunos expertos, la palabra española testigo procede de la latina testificare, la cual está compuesta de dos palabras diferentes: testis, o sea, testigo, y facere, es decir hacer.

Por su parte, el termino latino testiculus significa “testigo de virilidad”. Y como la otra, testiculus es el resultado de la unión, a su vez, de otras dos palabras. La primera, testis, testigo, y la segunda, el diminutivo culus. En consecuencia, la palabra testículos significa, en latín, “pequeños testigos”.

Para los romanos, como todos bien sabemos a través de la literatura y el cine, la sexualidad era una fuente importante de la vida. Por lo tanto, ¿sobre qué cosa más sagrada se podía jurar que sobre la propia virilidad?.



LA LEYENDA DE LA PAPISA JUANA

Existe otra explicación, esta relacionada con la Iglesia, y en concreto con la leyenda de la papisa Juana.

Según cuenta la historia, hubo una mujer que, haciéndose pasar por hombre, se convirtió en Papa entre los años 855 y 857.

Juana, que así se llamaba la mujer, era alemana e hija bastarda de un monje, que se ocupó de su bienestar en el seno de la Iglesia. Viajó por toda Europa y visitó las cortes más poderosas del momento.

En el 848 se trasladó a Roma, donde conoció al Papa León IV, del que se convirtió en su mano derecha ocultando hábilmente su identidad sexual.

Cuando falleció León IV, en julio del 855, consiguió que el Colegio Cardenalicio la eligiera como nuevo Papa.



La papisa Juana, según la leyenda, consiguió mantener la ficción durante dos años, hasta el 857, cuando, en medio de una procesión, comenzó a sentir las contracciones de su avanzado embarazo y tuvo que dar a luz en público. De acuerdo con unos, la muchedumbre, enfurecida, acabó con ella.

Y según otros, murió a consecuencia del parto.

«DUOS HABET ET BENE PENDENTES»

Sea como fuere, a partir de entonces la Iglesia obligó a que se verificaran los atributos sexuales de los futuros Papas, para que no les volvieran a dar gato por liebre.

Así, se encargó a un escolástico a que examinara manualmente los testículos del nuevo pontífice a través de una silla perforada. Cuando acababa la inspección, y si todo estaba bien, debía pronunciar una sentencia: “Duos habet et bene pendentes”que en nuestro español significa: “Tiene dos y cuelgan bien”.

El testigo atestiguaba que los testículos del Papa eran auténticos.

Hoy día, se considera que la historia de la Papisa Juana no es más que pura leyenda, una leyenda en la que la propia Iglesia creyó como verdadera hasta el siglo XVI.

 

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