Fuente; Diario La Nación: En Lobos y alrededores hay anegamientos muy
importantes que impactan negativamente sobre la producción; faltan concluir 30
kilómetros de un tramo de un plan de la Cuenca del río Salado que podría haber
amortiguado la situación.
Reclamo
Vale recordar que, a principio de mes, el Consejo Honorario Asesor del Río Salado, presidido por
Alberto Larrañaga e integrado por la Sociedad Rural Argentina, Coninagro,
Federación Agraria, la Unión Industrial Argentina y Carbap, emitió un fuerte
reclamo al gobierno nacional. Exigió la “reactivación inmediata” del
dragado del Tramo IV.2, así como la continuidad
de las obras complementarias del Plan Maestro Integral, iniciado
hace más de veinte años.
“Acertadamente,
fue calificado como prioritario hace menos de un año por la Subsecretaría de
Recursos Hídricos, pero su paralización ya era evidente a fines del año pasado
y fue formalizada en marzo mediante la modalidad de neutralización por 60 días”,
advirtió. Y reclamó que ese plazo no se extienda: “Se
debe avanzar sin demoras hacia la urgente y necesaria reanudación de las obras”.
Además,
el Consejo recordó que el impacto de la paralización de este tramo “va
más allá del mismo, porque retrasa y afecta el desarrollo de todo un conjunto
de obras largamente esperadas por comunidades del interior”,
que sufren periódicamente las consecuencias de las inundaciones.
“Se trata de una obra de
carácter federal”, subrayaron, y advirtieron que la Cuenca del
Salado representa entre el 25% y el 30% de la producción
agrícola y ganadera del país, con efectos que también alcanzan a la
infraestructura vial, el acceso a servicios y la permanencia de las comunidades
rurales. “Conspira contra el arraigo y el desarrollo de
una región clave del interior”, finalizaron.
“Toda la
hacienda está arrinconada en la única loma seca que quedó, pero no alcanza: no
hay pasto ni espacio y los animales ya no tienen adónde ir”, resume Mariano
Baldoni, productor de Lobos, a unos 100 kilómetros de Buenos Aires. Su
campo, completamente anegado, se encuentra justo sobre un tramo
inconcluso del dragado del Río Salado, una obra
paralizada desde hace meses que, tras el último temporal,
volvió a quedar en evidencia: su ausencia agrava las consecuencias para los
productores que lidian con el agua y la falta de infraestructura.
La
obra, que debería haber mitigado el impacto de las lluvias, es la ampliación
de la capacidad del cauce en el Tramo IV, Etapa 2, que
comprende unos 30 kilómetros entre la ruta 205, en Roque
Pérez, y el puente que une Ernestina con Elvira, y
va entre los partidos de Lobos, 25 de Mayo y Roque Pérez. Este
tramo, aunque es el más corto de los más de 400 kilómetros ya ejecutados entre Samborombón
y Bragado, quedó sin terminar en una zona
crítica. Fuentes del sector indicaron que el gobierno nacional mantiene la obra
“paralizada” que corresponde a esa parte de la Cuenca del río Salado.
La falta
de intervención en ese sector genera, aseguran a este
medio, un verdadero “cuello de botella” que
impide el escurrimiento normal del agua. El estrechamiento del cauce, que ya
era motivo de preocupación antes del temporal, hoy provoca graves
daños en los campos linderos y dificulta el drenaje de las aguas que bajan
desde otros lugares. En este contexto, los
productores enfrentan pérdidas forrajeras y serias dificultades para trasladar
y resguardar la hacienda.
“Recibimos el agua que viene
desde más de 150 kilómetros y no hay canal por dónde sacarla. La obra está
empezada, pero no terminada. Es como venir por una autopista de cinco carriles
y, de golpe, tener que seguir por uno solo”, grafica
Baldoni.
El
productor da como ejemplo que, en uno de los lotes del campo que trabaja junto
a su hermano, Luciano, solo 10 de las 60 hectáreas quedaron
libres de agua. “Es la parte alta donde está la casa. El resto
está todo tapado”, relata. En ese sector improvisaron un
espacio para alimentar a los animales con rollos de pasto, aunque no resulta
suficiente. Por eso decidieron adelantar la cosecha de un lote de
maíz para liberar una superficie seca y trasladar allí más
hacienda.
En
los campos afectados tenía vacas preñadas y terneros recién nacidos. Algunos
sobrevivieron sobre los terraplenes de la obra inconclusa; otros debieron ser
rescatados con ayuda externa. “Tuvimos que recurrir a los bomberos para
mover animales. No podíamos llegar al fondo del campo ni con caballos”, recuerda.
Aunque
están acostumbrados a convivir con el agua, esta vez la bronca es mayor. “Siempre hubo inundaciones,
pero el problema más grande hoy es que esto se podría haber evitado. No puede
ser que una obra de semejante magnitud no esté terminada”, insiste. En otro lote, donde hace apenas diez días habían
sembrado, ahora hay “un metro y medio de agua”. Y con ella se perdió toda la reserva
forrajera pensada para el invierno. “Cuando el agua se retire, no va a quedar nada”,
advierte.
A pocos
kilómetros, en un campo atravesado directamente por el río, Fabián Mercante enfrenta una
situación similar. Su familia firmó un contrato para avanzar con el
dragado, que apenas duró uno o dos meses antes de paralizarse. “Ahora tenemos
unas 400 hectáreas de cañadones, que usamos para animales, bajo entre un metro
y medio y un metro ochenta de agua”, explica.
“Tenemos entre 500 y 600
animales y no tenemos dónde ponerlos”, agrega. La situación lo desborda. Asegura que su
padre evalúa vender hacienda y que quizá deba dejar de sembrar para usar los
campos agrícolas como refugio para el ganado. “No sé qué hacer. Es muy feo lo
que estamos pasando. No tenemos respuestas de nadie”, dice. A eso se suma la pérdida de entre 15 y 20 animales,
posiblemente ahogados.
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