SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



viernes, 17 de septiembre de 2021

El agujero de OZONO CERRADO: ¿por qué si el mundo se puso de acuerdo para lograr el Protocolo de Montreal, es tan difícil hacer lo mismo para frenar el cambio climático?

 

Hace treinta años, el mundo supo que enfrentaba una gran amenaza ambiental.

Luego de recibir asesoramiento científico, los políticos cuyas naciones se enfrentaban en la llamada Guerra Fría pusieron de lado sus diferencias para unirse a sus ciudadanos y las industrias y tomar medidas rápidas para detener el crecimiento de un agujero en la capa de ozono de la Tierra.



Hoy, si bien este problema no ha desaparecido por completo, existe evidencia científica que sugiere que paulatinamente se está solucionando.

Sin embargo, cuando se trata de abordar las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático, nuestros esfuerzos siguen siendo insuficientes.

¿Por qué es tan difícil para el mundo repetir el éxito ambiental respecto a la capa de ozono y acordar medidas para detener el cambio climático? Este 16 de septiembre, cuando se conmemora el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, tratamos de encontrar respuestas a ese interrogante.

Tomar la ciencia en serio:



Las diferencias entre cómo se abordó el problema de la capa de ozono durante la Guerra Fría y la falta de acción en el presente sobre el cambio climático radican en los contextos y la magnitud de los desafíos en ambos momentos históricos.

"El ozono era una buena historia en el sentido de que fue la ciencia la que realmente impulsó la política", dice Oksana Tarasova, jefa de investigación del Programa Global Atmosphere Watch de la Organización Meteorológica Mundial de la ONU, radicada en Ginebra.

"En ese momento nuestra ciencia era tomada en serio y por eso se llevaron a cabo acciones apropiadas en el terreno político. La ciencia siempre estaba en conversación con la formulación de políticas", agrega.

En 1973, Mario Molina, investigador de la Universidad de California-Irvine, descubrió que los productos químicos utilizados para enfriar en refrigeradores, así como en aerosoles y espumas plásticas, podrían destruir la capa de ozono que existe en la atmósfera superior.

A estos se les conoce como clorofluorocarbonos o CFC.

Las advertencias de Molina fueron validadas en 1985, cuando un equipo de científicos británicos midió una caída dramática en la concentración de ozono sobre la Antártida.

Esta caída no se traduce exactamente en un agujero, sino en un adelgazamiento significativo en la capa de ozono sobre ese delicado ecosistema.

En los dos años siguientes, durante dos expediciones al continente, la profesora de química atmosférica del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), Susan Solomon, pudo reunir suficiente evidencia para identificar a los CFC como los responsables del daño en la capa de ozono.

Tregua para una meta común

La comparación entre el "agujero" en la capa de ozono y un "agujero" en el techo de nuestra casa fue una imagen poderosa que creó conciencia.

Esto ayudó a aumentar la conciencia pública sobre los riesgos de cáncer de piel, cataratas y quemaduras solares asociadas con una mayor exposición a las radiaciones ultravioletas.

En contraste con el consenso actual de que la acción humana está causando el calentamiento global, la comunidad científica en ese momento todavía estaba debatiendo qué estaba causando el agujero en la capa de ozono.

Sin embargo, los políticos decidieron tomar medidas, con la evidencia que tenían.

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