** El rey Salomón
vivió aproximadamente entre el 990 a.C. y el 931 a.C., lo que significa que murió hace unos 3.000 años. Fue un rey de Israel y reconstruyó el Primer Templo de
Jerusalén, y su reino alcanzó una gran prosperidad antes de su muerte.
Primera de
Reyes 11:3 afirma que Salomón "tenía setecientas mujeres
reinas y trescientas concubinas". Obviamente, Dios "permitió" a
Salomón tener estas esposas, pero permiso no es lo mismo que aprobación. Las
decisiones matrimoniales de Salomón eran una violación directa de la Ley de
Dios, y hubo consecuencias.
Salomón comenzó
bien al principio de su vida, escuchando el consejo de su padre, David, como se
registra en 1 Reyes 2:2-3, "Yo sigo el camino de todos en la tierra;
esfuérzate, y sé hombre. Guarda los preceptos del Señor tu Dios, andando en sus
caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus
testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en
todo aquello que emprendas". Una muestra del principio de humildad de
Salomón se encuentra en 1 Reyes 3:5-9, cuando pide sabiduría al Señor. La sabiduría es
conocimiento aplicado; nos ayuda a tomar decisiones que honran al Señor y están
de acuerdo con las Escrituras. El libro de Proverbios de Salomón está lleno de
consejos prácticos sobre cómo seguir al Señor. Salomón también escribió el
Cantar de los Cantares, que presenta una hermosa imagen de lo que Dios quiere
que sea el matrimonio. Así que el rey Salomón sabía lo que era correcto, aunque
no siempre siguiera el camino correcto.
Con el tiempo,
Salomón olvidó su propio consejo y la sabiduría de las Escrituras. Dios había
dado instrucciones claras para quien fuera a ser rey: no aumentar para sí
caballos, no multiplicar las esposas y no acumular plata y oro (Deuteronomio 17:14-20). Estos mandatos estaban destinados a evitar que
el rey confiara en el poderío militar, siguiera a dioses extranjeros y confiara
en la riqueza y no en Dios. Cualquier estudio de la vida de Salomón mostrará
que rompió estas tres prohibiciones divinas.
Por lo tanto, el hecho de que Salomón tomara muchas esposas y concubinas fue una violación directa de la Palabra de Dios. Tal como Dios lo había predicho, "Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con el Señor su Dios, como el corazón de su padre David" (1 Reyes 11:4). Para complacer a sus esposas, Salomón incluso se involucró en el sacrificio a Milcom (o Moloc), un dios que exigía que se realizaran actos "detestables" (1 Reyes 11:7-8).
Dios permitió a Salomón tomar la decisión de desobedecer, pero la elección de Salomón trajo consecuencias inevitables. "Y dijo el Señor a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo'" (1 Reyes 11:11). Dios mostró misericordia a Salomón por amor a David (versículo 12), pero el reino de Salomón eventualmente fue dividido. Otro castigo para Salomón fue la guerra con los edomitas y los arameos (versículos 14-25).
Salomón no era un rey títere. Dios no lo obligó a hacer lo que era correcto. Por el contrario, Dios estableció Su voluntad, bendijo a Salomón con sabiduría y esperaba que el rey obedeciera. En sus últimos años, Salomón optó por desobedecer y tuvo que rendir cuentas por sus decisiones.
Resulta
interesante que, hacia el final de la vida de Salomón, Dios lo utilizó para
escribir un libro más, que encontramos en la Biblia. El libro de Eclesiastés
nos da "el resto de la historia". En todo el libro Salomón nos cuenta
todo lo que intentó para encontrar la plenitud fuera de Dios en este mundo, o
"bajo el sol". Este es su propio testimonio: "Me amontoné
también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de
cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda
clase de instrumentos de música" (Eclesiastés 2:8). Sin embargo, su harén no le trajo la felicidad.
Por el contrario, "todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin
provecho debajo del sol" (versículo 11). En la conclusión del Eclesiastés,
encontramos un sabio consejo: "El fin de todo el discurso oído es este:
Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre"
(Eclesiastés 12:13).
La voluntad de
Dios es que nadie peque, aunque sí nos permite tomar nuestras propias
decisiones. La historia de Salomón es una poderosa lección para nosotros de que
no vale la pena desobedecer. No basta con empezar bien, sino que debemos buscar
la gracia de Dios para que también podamos terminar bien. La vida sin Dios es
un callejón sin salida. Salomón pensó que tener 1.000 esposas y concubinas le daría la felicidad, pero el placer que
obtuvo no valió el precio que pagó. Un Salomón más sabio llegó a la conclusión
de que su vida de placeres "era vanidad" (Eclesiastés 12:8), y el libro de Eclesiastés termina con la
advertencia de que "Dios traerá toda obra a juicio" (versículo 14).
**Bueno, se dio
cuenta que su vida de placeres era un error luego de haber vividos con mil
bellas mujeres durante años.
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