Soñé con ríos serpenteantes que me susurraban misterios
ancestrales, vi la naturaleza como una pintura viviente,
soñé encontrar lo nunca antes visto.
Bosques
color esmeralda y áureos desiertos áridos, soñé un viaje que era un reto, un
vínculo entre lo humano y la naturaleza.
Al
soñar, explore mis propios límites,
sentí el abrazo puro y sin miedo de la salvaje naturaleza, sentí el silencio de
remotos lugares donde la tierra es palpable, interrumpido solo por el empíreo
trino de las aves.
Visite
sitios olvidados donde la palabra electricidad se oye como una blasfemia, viaje
a lugares donde se siente respirar la tierra y las cascadas son risas y
golpeteo de manos en los acantilados.
Descubrí sitios que no están en los mapas, donde los
animales salvajes parecen ser espíritus antiguos regresando del olvido, donde
el aire matutino huele a líquenes y jazmines.
Soñé
lugares donde las piedras se encienden de rojo fuego con el atardecer, donde
los caminos no existen, donde la vida es simple.
Descubrí
que existen ocultos y misteriosos manantiales
que estremecen por su verde jade, mientras la gruta latía a mí
alrededor, yo respiraba el aliento puro
de la tierra.
Las
montañas se veían como antiguos titanes congelados en el tiempo, y las leyendas
se mezclan con la realidad, buscando serenidad, misterio y aventura.
Autor: Miguel Ángel Figueiras
Giménez, poeta embajador de paz
Buenos Aires, Argentina/2025
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