Cerebro y corazón tienen una
relación simbiótica, no pueden vivir uno sin el otro. El corazón le lleva
sangre con oxígeno y nutrientes al cerebro para que despliegue la fabulosa
función como una de las estructuras más complejas del universo. El cerebro inerva
al corazón por intermedio de señales nerviosas que transmiten funciones, como
incrementar la frecuencia de latidos, o comunicarle estados de ánimo, como ira,
depresión, hostilidad, euforia o alegría. Esto ha generado que el corazón se
transforme, a lo largo de la historia de la humanidad, en la sede de las
emociones.
Las vías de comunicación entre
estos dos órganos vitales para la superveniencia son la sangre y los nervios.
Por la sangre viajan moléculas químicas neurotransmisoras, como las citoquinas,
con mensajes en forma bidireccional entre el cerebro y el corazón. Por la vía
nerviosa se comunican por intermedio del sistema nervioso autónomo, encargado
de regular funciones corporales involuntarias, como la frecuencia cardíaca o la
respiración.
El sistema nervioso autónomo tiene
dos ramas, la simpática implicada en actividades que requieren gasto de energía
y preparación del cuerpo para reaccionar ante una situación de estrés; y otra
parasimpática que mantiene al cuerpo en situaciones normales, luego de haber
pasado la situación de estrés. Ambas ramas trabajan como las riendas de un
caballo, deben estar parejas para que funcionen de manera correcta.
Por otro lado, son curiosas las conexiones
que existen entre marcadores bioquímicos que acercan las células del cerebro
con las del corazón, ambas tienen una particularidad, son células
especializadas porque están diseñadas para realizar funciones específicas y con
capacidad de despolarizarse. La creatinkinasa (CK) es una enzima que tiene dos
subunidades, la B, de «brain» (cerebro) y M, de «músculo»; se llaman así porque
se encuentran preferentemente en el cerebro y los músculos. Pero existe una
tercera subunidad de composición mixta, la CK-MB, que se localiza casi
exclusivamente en el músculo cardíaco. Parece que el corazón se encontrara
enzimáticamente a medio camino entre el cerebro y los demás músculos.
Otro componente bioquímico que también tiene
una estrecha relación es el llamado péptido natriurético cerebral (brain
natriuretic peptide, BNP), que está presente en el cerebro humano, pero se encuentra
en mayor cantidad en corazón. Se eleva cuando el corazón engorda, proceso que
se llama hipertrofia ventricular, y cuando el corazón se agranda y se torna
insuficiente, manifestándose como una insuficiencia cardíaca. El BNP no puede
entrar al cerebro, no cruza la barrera llamada hematoencefálica, que se encarga
de decidir quién entra y quién no. Por lo tanto el cerebro también lo produce
para poder realizar las tareas que tiene que hacer en su interior. Existe una
curiosa relación entre corazón y cerebro, por cuanto ambos sintetizan
independientemente BNP..
La conversación entre estos dos
sistemas amigos e inseparables es muy fluida y un problema que padezca uno de
ellos afectará al otro de inmediato. Un accidente cerebrovascular va a cambiar
el funcionamiento cardíaco, y una alteración del ritmo cardíaco, como una
arritmia llamada fibrilación auricular, puede afectar la llegada de sangre o
formar coágulos que impacten en el cerebro.
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