Las hortalizas son la cadena en la cual se generan mayores
pérdidas (42%). Consejos prácticos para aprender a comprar y consumir con mayor
conciencia en casa.
En el mundo, hay 821 millones de personas subalimentadas, casi
19 veces la población argentina. También se
tira un tercio de los alimentos que se producen, que equivalen a
unas 1300 millones
de toneladas anuales, y con sólo un cuarto de eso que se desperdicia sería
suficiente para terminar con el hambre mundial.
Los alimentos se
desperdician a lo largo de toda la cadena suministro: desde el campo hasta el
consumo, según diagnostica la Organización para la Alimentación de
Naciones Unidas (FAO), y América
latina y el Caribe representa el 6% de las pérdidas mundiales, con 127 millones
de toneladas de alimentos al año, que equivalen a 223 kilos anuales per cápita.
Según datos de la Secretaría de Agroindustria, en la Argentina se desperdician 16 millones de
toneladas de alimentos anualmente. De estas, 14,5 millones corresponden a pérdidas (etapas de
producción, almacenamiento, transporte y procesamiento) y 1,5 millón a
desperdicio (comercialización y consumo).
Las hortalizas son los
alimentos en cuya cadena se generan mayores pérdidas y desperdicios,
representando un 42,1% de la producción. “En los países de
ingresos altos y medianos, los alimentos se desperdician en gran medida, lo que
significa que se tiran incluso si aún son adecuados para el consumo”, señala
Elizabeth Kleiman, asesora en Seguridad Alimentaria y Nutrición de FAO
Argentina.
Por otra parte, en los países de ingresos bajos, se desperdician muchos
menos alimentos en el consumo, pero se desechan durante las primeras etapas y
las intermedias de la cadena.
Problemas durante la recolección, almacenamiento, embalaje, transporte y
comercialización, deficiencia de infraestructura, falta de información,
ineficiencias en los mecanismos de mercadeo y sistemas de precios, estándares
estéticos demasiado exigentes y vacíos en los marcos institucionales y legales
dan lugar a tamaño desperdicio de comida, según puntualiza el organismo de Naciones
Unidas.
“En la cadena
frutihortícola, por ejemplo, hay falta de tecnología para que los productores
puedan mejorar su planificación en las cosechas, productos que se siembran por
demás o no se planificó una cosecha teniendo en cuenta la demanda y eso genera
excedente. Hay que planificar y
acompañar con decisión política”, afirma Natascha Hinsch,
directora de la Red Argentina de Bancos
de Alimentos.
esde la ONG, trabajan junto con empresas para evitar que se
tiren los alimentos que no tuvieron éxito comercial, están cercanos a vencer
y no se vendieron, que fueron devueltos o, en el caso de
las producciones de frutas y verduras, que se descartan por tamaño o color o
que no tienen precio. El año pasado, rescataron alrededor 12 millones de kilos de
comida, un 30% más que en 2017.
“Hacemos una
tarea de clasificación muy, muy seria, con muchos voluntarios”, explica Hinsch.
Superada la fase, los alimentos se
entregan a organizaciones sociales que están vinculadas al Banco, con quienes
trabajan en educación nutricional en orden a que la comida
llegue a las personas que la necesitan. “Esto requiere un camino de
concientización muy fuerte y el trabajo de cada una de las empresas para
revisar los procesos hacia dentro, que a veces son muy complejos y no favorecen
esa cadena”, explica Hinsch.
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