A los 77 años,
falleció este martes el sociólogo, narrador, escritor,
docente, ensayista y exdirector de la Biblioteca Nacional, Horacio González.
Uno de los
intelectuales más importantes de la Argentina y referente y fundador del
espacio Carta Abierta, publicó novelas, aguafuertes y libros de ensayos. Entre sus obras,
que suman más de una docena, se encuentran Paul Groussac: la
lengua emigrada, Las hojas de la memoria. Un siglo y medio de periodismo obrero
y social, Lengua del ultraje. De la generación
del
Horacio González,
en el año 2013 fue distinguido con el título honorífico
de Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad
Nacional de La Plata (UNLP).
Fue director de
la revista El ojo mocho, que habilitó
reflexiones estéticas, políticas, éticas y filosóficas, inspiradas en el
espíritu crítico y director del sello Fondo de Cultura
Económica para Argentina desde marzo de 2019, González estaba a cargo del
departamento de publicaciones de la Biblioteca Nacional “Mariano
Moreno” (BNMM).
Su gestión al frente de la BNMM permitó
el desarrollo de políticas públicas con el foco en la promoción de la lectura y
la formación de nuevos lectores, siempre con un profundo compromiso y una
profunda vocación por acercar la cultura al público.
Participó de las
cátedras nacionales en la década del 70 y constituyó una pieza clave en la
construcción de una sociología argentina desde los ochenta.
Su escritura, sus
clases y sus intervenciones públicas tenían el poder de transformar: traía la
historia y la devolvía como mito; traía la cultura popular y la trataba como un
tesoro donde siempre latía la posibilidad de redención.
Dejó una obra
inmensa, un refugio y un desafío para aquella comunidad lectora que quiera seguir
pensando su gran desvelo y pasión: la Argentina.
Juan
Sasturain: "Esta fue y será para siempre La Biblioteca de Horacio"
Juan
Sasturain, actual director de la Biblioteca Nacional, quiso recordar a Horacio
González de la misma manera que lo hizo al terminar su gestión en 2015.
"En la Biblioteca se produjo uno de los fenómenos más ricos y poderosos de toda la gestión cultural durante estos años. El debate de ideas, nada menos. La producción de actividades, la publicación de libros, la democratización genuina y abierta en el uso de los bienes culturales disponibles. No voy a enumerar acá lo que se sabe, se ha visto, se ha usado y disfrutado de la Biblioteca Nacional, convertida en centro de actividad, difusión y discusión ejemplares, como nunca (sic) antes en toda su larga historia.
Esta fue y será para siempre La Biblioteca de Horacio. Como en el fútbol, le
puso su impronta, su estilo, su sabiduría y su increíble capacidad de laburo.
Que hayamos tenido un Director de semejante envergadura intelectual, un
todoterreno incansable que nunca le sacó el cuerpo / la palabra / la opinión /
el análisis a ninguna cuestión o coyuntura o foro, ni se agachó obsecuente ni
se cerró obstinado, es un lujo; que hayamos disfrutado (aunque sea de ojito y
entre decenas similares) momentos excepcionales como fue su presentación de la
poesía de Szpunberg;
su crítica al profeta agorero y feriante bendecido Vargas
Llosa, o la informal despedida en la explanada de su Biblioteca, es un placer
que conservaremos siempre; que hayamos verificado con asombro que mientras
ejercía su cargo se haya dado tiempo para producir una formidable cantidad de
textos –de ensayos a novelas– siempre incisivos y estimulantes, es motivo de
nuestra admiración y envidia para siempre. Pero lo que acaso resulta más
admirable es que Horacio González ha sido un funcionario que funcionó (supo
gestionar) sin ser funcional a ninguna otra cosa que a sus convicciones".
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