Hace miles de años, este paraíso se veía muy diferente. Los
volcanes y la lava ardiente construyeron los cimientos y luego los enormes
glaciares le dieron forma. Quién hubiese imaginado que cuando la lava se
solidificara y agrietara terminaría formando una de las cascadas más hermosas
del sur argentino: la cascada Santa Ana.
Acompañanos
en este recorrido al corazón de la Cordillera de los Andes en
Neuquén para descubrir un paisaje increíble. Y aprender todos los consejos de
un guía experto del Parque Nacional Nahuel Huapi para poder hacer el recorrido
por tu cuenta.
Viaje al Corazón de la Cordillera:
Nuestro
día comenzó muy temprano, cuando el sol recién comenzaba a calentar. El
despertador nos sacó como pudo de la cama y a las 7:15 de la mañana ya
estábamos en camino. Como el horario de la aduana es acotado,
lo mejor es llegar lo más temprano posible para poder hacer el sendero
tranquilos.
Así
que con mate de por medio recorrimos los 120 km que separan a Bariloche de
la aduana argentina del Paso Samoré, mientras disfrutábamos de las increíbles
vistas del lago Nahuel Huapi. El viaje en auto es de por sí un paseo, con el
Cerro Catedral de fondo y pasando por Puerto Manzano, el Lago Correntoso y el
Lago Espejo.
Sobre
las 9:00 de la mañana llegamos a la aduana. Como había poca gente pudimos hacer
los trámites en sólo 15 minutos. Anunciamos a gendarmería que pensábamos hacer
el sendero a la cascada Santa Ana y seguimos.
Poco
después estábamos en el estacionamiento donde nace el sendero a la cascada. Nos
colgamos la mochila al hombro y contemplamos en el horizonte la enorme mole de
lo que alguna vez fue el volcán Pantojo. Testigo mudo de la
fuerza de la naturaleza que moldeó toda la zona, y en ella la cascada que
estábamos a punto de visitar. Nos dimos media vuelta y entramos al bosque de
ñires para comenzar el sendero.
Al
acercarnos para verla más de cerca nos llega la llovizna y el viento generado
por la violencia de la caída. Habíamos visto fotos, pero ninguna logra capturar
todo su esplendor. Era como estar en Parque Jurásico y sentíamos que en
cualquier momento iba a pasar un pterodáctilo volando. En ese momento
entendimos porqué hay que visitar la cascada Dora primero. Es que por más linda
que sea, la visión de la Santa Ana la eclipsa totalmente.
Más
tarde iniciamos el complicado ascenso hasta la parte trasera. La dificultad
está en que la subida es empinada y llena de barro por la constante llovizna de
la cascada. Pero una vez arriba el esfuerzo vale la pena. Sobre nosotros estába
el techo abovedado formado por miles de hexágonos que encastran perfectamente y
del borde cae la columna de agua. El lugar ideal para almorzar y disfrutar de
una de las mejores vistas de la zona. ¿Qué más se puede pedir?
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