El nombre técnicamente correcto para referirnos a la flora en
general es ‘microbiota‘,
un término que se refiere exactamente a todas las comunidades de bacterias que
habitan en un determinado lugar. Se ha hablado de microflora intestinal y de flora intestinal,
pero no es una denominación científicamente correcta.
Sería más riguroso hablar en todo momento de ‘microbiota‘ en lugar de recurrir al
término ‘flora intestinal’,
que es más conocido e incluso utilizado por algunos médicos para entenderse con
sus pacientes.
Si
queremos mejorar nuestra salud debemos trabajar y reforzar la calidad de
nuestra “microbiota intestinal”, que es el conjunto de microorganismos
que habitan en nuestros intestinos. Se calcula que suponen alrededor de dos
kilos de nuestro peso y, que son fundamentales, no sólo por sus funciones en el
intestino, sino por todas las labores que desarrollan en nuestro organismo.
Cada
vez más personas sufren de obesidad, de diabetes, de accidentes
cardiovasculares, de enfermedades autoinmunitarias, de ansiedad o
de depresión, por ejemplo. Cada vez hay más personas desesperadas por largas y
pesadas digestiones, malviviendo con acidez, reflujo, hinchazón, gases
o estreñimiento, sin olvidar que cada vez es más frecuente encontrarnos a
chicos con asma, alergias o dermatitis.
La opinión de los expertos:
"Todas
estas patologías tienen un nexo en común: la alteración de la
microbiota intestinal. Se sabe, por ejemplo, que la microbiota está muy
implicada en el control del peso, en la prevención de enfermedades
cardiovasculares, de la diabetes o en el cáncer. Además, destaca por su
implicación en el sistema nervioso, ya que estos microorganismos son capaces de
controlar nuestro comportamiento", señala a medios europeos la
nutricionista Lucía Redondo, coautora de la publicación 'Alimentación
Prebiótica'.
Para mejorar la microbiota, la experta apuesta por una
alimentación prebiótica, tema central de su libro. "No se trata de una
nueva dieta, ni de incorporar alimentos milagrosos, nuestra propuesta se
basa en alejarnos lo máximo posible de la amplia oferta de productos
comestibles que nos ofrece la industria y sustituirlos por
alimentos de verdad, tales como las hortalizas o la fruta, así como los
tubérculos, el pescado, los huevos, la carne o los frutos secos, por
ejemplo", añade.
Según
indica, se sabe que nuestra microbiota se forja sobre todo en
los primeros años de vida, incluso antes, durante la etapa de
la gestación, y en ella también influye el tipo de parto, si hubo o no
lactancia materna, y cuáles fueron los primeros alimentos que se ofrecieron al
bebé.
"Ese
ambiente materno infantil es clave para
adquirir una microbiota saludable. Una vez que somos mayores, el factor clave
que más influye en su composición, aparte de la ingesta de fármacos, es la
alimentación. De ahí que hablemos de alimentación prebiótica como una
estrategia para alimentarnos correctamente nosotros (nuestras células), y ellos
(nuestros microbios), pues son claves para mantener nuestra salud",
explica Redondo.
Así,
señala que una microbiota intestinal alterada puede provocar una sintomatología gastrointestinal
caracterizada por flatulencias o digestiones pesadas. "Una de las
funciones de la microbiota intestinal es mantener un proceso digestivo
correcto", indica.
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