Son solo algunos de los datos que podemos extraer, si
ahondamos un poco, en este mapa de Cuban Holidays, en el que se muestra el
año en el que se garantizó el derecho de la mujer a votar en cada país del
mundo. Así, es fácil ver que, en el otro extremo del espectro, está Nueva Zelanda, el primer país en promover
el sufragio femenino. Y además, sin condiciones, para toda la población por igual.
El siguiente en hacerlo en orden cronológico fue Australia, aunque, eso sí,
con ciertas restricciones: ni hombres ni mujeres aborígenes ostentaban este
poder. Sucedió lo mismo en Noruega (1907), que
exigía reunir ciertos requisitos relacionados con la posición social, mientras
que en la vecina Finlandia, ya un año
antes, se adoptó también la medida sin ningún tipo de veto.
En la década de 1910, el resto de países nórdicos se
sumaron a la fiesta electoral para toda la población: sucedió en 1915 en Dinamarca e Islandia, mientras que en parte
del resto de Europa (Austria,
Alemania, Polonia, Lituania, Reino Unido e Irlanda) implementarían la ley algo
más tarde, en 1918. El reino
británico, por cierto, también lo hizo con restricciones: solo podían votar
mujeres mayores de 30 años que cumpliesen con unos requisitos mínimos de
propiedad, tal y como se cuenta en la película Sufragistas.
Un
año después, otros territorios británicos, como la isla de Man, adquirieron este derecho de forma universal. Sin embargo,
el caso de este lugar es curioso, pues ya en 1881 se había aprobado una ley que otorgaba el voto a mujeres
solteras y viudas que tuviesen un certificado de propiedad,
convirtiéndolo en el primer territorio en hacer algo así en todo el mundo.
El derecho de la mujer a votar,
que hoy en día parece evidente y cotidiano, no lo era tanto hace unos años...
ni en algunos lugares. En Arabia Saudí,
por ejemplo, no se garantizó este derecho hasta 2011, y aún así, está bastante
coartado: las mujeres no suelen poseer los documentos necesarios para
inscribirse, según ha denunciado en repetidas ocasiones Human Rights Watch (HRW). Además, para
llevar a cabo el proceso -y para tomar prácticamente cualquier otra decisión en
la vida-, deben estar tuteladas por un hombre.
Se añade a estas dificultades el hecho de que no puedan hablar con los candidatos masculinos sin que medie
un portavoz, ni tampoco comunicarse con sus posibles votantes
de este género sin él si es que son ellas las que se presentan a algún cargo.
Cosa que, por cierto, no muchas hacen: frente a los 5.938 candidatos masculinos
que se presentaron en 2015, durante las últimas elecciones municipales, solo hubo 979 participantes femeninas. Para
votar, asimismo, solo se registraron 130.600
mujeres, un número que palidece ante el 1.300.000 de hombres listados.
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