El 12 de julio de 1780 nacía Juana Azurduy: la
Flor del Alto Perú, revolucionaria y heroína de la Independencia quien tuvo un
rol destacado en la liberación de nuestra América como teniente coronel del
Ejército de la Independencia. En el día de su natalicio se conmemora la
hermandad que une a los pueblos del Estado Plurinacional de Bolivia y Argentina.
Resumen histórico: La lucha de las
mujeres fue fundamental en la guerra gaucha. No solamente eran excelentes
espías sino que algunas de ellas, como doña Juana Azurduy de Padilla,
comandaban tropas en las vanguardias de las fuerzas patriotas. Esta maravillosa
mujer había nacido en Chuquisaca el 8 de marzo de 1781, mientras estallaba y se
expandía la rebelión de Túpac Amaru. El amor la llevó a unir su vida a la del
comandante Manuel Asencio Padilla.
La pareja de guerrilleros defendió a
sangre y fuego del avance español la zona comprendida entre el norte de
Chuquisaca y las selvas de Santa Cruz de la Sierra. El sistema de combate y
gobierno conocido como el de las “republiquetas” consistía en la formación, en
las zonas liberadas, de centros autónomos a cargo de un jefe político–militar.
Hubo ciento dos caudillos que comandaron igual número de republiquetas. La
crueldad de la lucha fue tal que sólo sobrevivieron nueve. Quedaron en el
camino jefes notables, de un coraje proverbial. Entre ellos hay que nombrar a
Ignacio Warnes, Vicente Camargo, al cura Idelfonso Muñecas y al propio Padilla.
Los Padilla lo perdieron todo, su
casa, su tierra y sus hijos en medio de la lucha. No tenían nada más que su
dignidad, su coraje y la firme voluntad revolucionaria. Por eso, cuando estaban
en la más absoluta miseria y un jefe español intentó sobornar a su marido, Juana
le contestó enfurecida: “La propuesta de dinero y otros intereses sólo debería
hacerse a los infames que pelean por su esclavitud, más no a los que defendían
su dulce libertad, como él lo haría a sangre y fuego”.
Juana fue una estrecha colaboradora
de Güemes y por su coraje fue investida del grado de teniente coronel con el
uso de uniforme, según un decreto firmado por el director supremo Pueyrredón el
13 de agosto de 1816 y que hizo efectivo el general Belgrano al entregarle el
sable correspondiente.
Tres meses después, en la batalla de
Villar fue herida por los realistas. Su marido acudió en su rescate y logró
liberarla, pero a costa de ser herido de muerte. Era el 14 de septiembre de
1816. Juana se quedaba sin su compañero y el Alto Perú sin uno de sus jefes más
valientes y brillantes.
Muere en la indigencia, miserables
manejos políticos y militares.
Años después, tras caer el último
reducto realista del exvirreinato del Río de la Plata en el Alto Perú, el 1 de
abril de 1825, Simón Bolívar la ascendió a coronel y le otorgó una
pensión que recibió durante cinco años. Luego de la proclamación de la
independencia de Bolivia, la Coronela intentó recuperar sus tierras, sin
lograrlo, y murió en la miseria el 25 de mayo de 1862, a los 81 años en
la provincia argentina de Jujuy. Fue enterrada en una fosa común.
Cien años más tarde, sus
restos fueron exhumados y trasladados a un mausoleo construido en la ciudad de
Sucre, Bolivia, y en 2009 fue ascendida a Generala del Ejército argentino y
mariscal de la república boliviana.
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