SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 25 de mayo de 2019

El triclorofluorometano destruye la CAPA de OZONO, esta prohibido hace años, pero al parecer CHINA lo sigue utilizando-

Un amplio grupo internacional de científicos ha logrado determinar el origen de las emisiones de un peligroso gas prohibido hace años. El año pasado, un observatorio atmosférico en Hawái (EE UU) detectó el repunte de los niveles de triclorofluorometano (CFC-11), un potente destructor de la capa de ozono. Ahora, un estudio apoyado en la triangulación de datos de una red de observatorios señala que estos gases proceden de varias provincias del este de China. Todo indica que el sector de la construcción de este país usa clandestinamente el CFC-11 de forma masiva, lo que podría ralentizar la recuperación del manto protector de la Tierra.
Al prohibir los gases nocivos mejoro notablemente el cierre del agujero de ozono,
pero NO DEBEMOS descuidarnos.

En 1996, los países más desarrollados dejaron de producir CFC-11 en aplicación del Protocolo de Montreal. Hasta unos años atrás era una bendición. 

Formado por átomos de cloro, carbono y flúor, era el refrigerante en frigoríficos y aires acondicionados y funcionaba de aerosol en todo tipo de productos, desde insecticidas hasta perfumes. Su aplicación más recientemente era como agente espumante del poliuretano, una espuma que igual hace de aislante térmico de un edificio como aligera el peso de un coche. Pero en los años 70 se descubrió que también se comía la capa de ozono estratosférico que protege el planeta de la radiación ultravioleta. Y lo devora muy rápido: cada átomo de cloro de los CFC destruye hasta 100.000 moléculas de ozono en una acelerada reacción en cadena. Tras una moratoria para los países en vías de desarrollo, su producción se prohibió en todo el planeta en 2010.
Se esperaba que la concentración del CFC-11 en la atmósfera fuera bajando. Así lo estaba haciendo y a buen ritmo. Sin embargo, el año pasado el observatorio atmosférico de Mauna Loa (Hawái, EE UU) detectó que el ritmo de descenso se había ralentizado a la mitad y que en el hemisferio norte las emisiones estaban aumentando. Los autores de aquella investigación estimaron que debían venir de Asia, pero no pudieron afinar más. Ahora, ese mismo grupo ampliado ha usado una red de una decena de observatorios en América del norte, Europa, Australia y Asia para ir descartando posibles orígenes.
La prueba definitiva la han aportado dos medidores situados en Corea del Sur y Japón: al triangular sus datos y alimentar con ellos varios modelos de la circulación del aire han llegado hasta una decena de provincias del este de China. Según publican en Nature, de las 6.400 toneladas de CFC-11 anuales emitidas desde esta parte del mundo entre 2008 y 2012, se ha pasado a 13.400 toneladas al año, es decir, un aumento del 110%.  La mayoría de las nuevas emisiones proceden de solo tres provincias, Hebei, Shandong y, en menor medida, Shanghái.
"El aumento de las emisiones de CFC-11 en el este de China continental desde 2013 podría explicar entre el 41% y el 64% del aumento global", dice el profesor de la Universidad Nacional Kyungpook (Corea del Sur) y principal autor del estudio Sunyoung Park. "Teniendo en cuenta el margen de incertidumbre en la estimación global, la aportación china al aumento total podría ser aún mayor. También es posible que se hayan producido pequeños incrementos en otras partes de China u otros países, ya que hay grandes porciones del planeta para las que no tenemos mediciones de los elementos que agotan el ozono", añade el también responsable de la estación de medición de Gosan, clave en esta investigación.
En un correo, la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), la científica Joyce Msuya, asegura que, con la colaboración de China, "se están llevando a cabo más estudios científicos para localizar las fuentes y posibles usos ilegales del CFC-11" y es prioritario para la UNEP la protección de la capa de ozono.

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