En
la Argentina nadie puede impedir que el crimen organizado -que incluye a
funcionarios- se ocupe de lo que no se ocupa el Estado. Los chicos son
transformados en mercancía y el sujeto de derecho pasa a ser un objeto de
intercambio comercial.
Lorena vive en Misiones. Su casa es de madera y
está construida sobre ladrillos para evitar las inundaciones frecuentes de la
Mesopotamia. Vive con su otra hija de tres años que anda descalza y con sus
pies teñidos de rojo como la tierra de la zona.
No tienen cloacas y el
agua potable la sacan de un canilla conectada a una manguera de más de diez
metros que le provee el vecino y hace charcos en la tierra de los que se sirven
varios perros flacos que habitan la casa.
El baño está en
el fondo: es una letrina tapada con algunas bolsas negras y pedazos de madera.
El terreno en donde viven es amplio y lo que abunda son montículos de desechos
que sirven de alimentos para los cerdos y las gallinas.
No faltan árboles y en
el fondo hay una higuera que los "salva" cuando la temperatura supera
los 40 grados. La vivienda está al costado de la ruta 12. Ella está embarazada
de tres meses y fue encontrada por una buscadora de panzas que amablemente le
ofreció mercadería para "cuidar su gestación" y luego unos pesos para
quedarse con el bebé. Lorena aceptó al principio y luego se arrepintió al dar a
luz a Santi. Hoy quiere recuperarlo. En este caso, el matrimonio adoptante
viajó desde Córdoba y le pagó 10 mil pesos a la buscadora.
A Lorena la llevaron
hasta Córdoba y Santi nació en un hospital de esa provincia. En ese momento
llegó la policía, detuvo al matrimonio y la Justicia se quedó con el bebé que
quedó "en guarda" en un hogar de tránsito.
Un abordaje para entender bien la cuestión de la
identidad empieza con el embarazo y la búsqueda de bebés. Allí comienza todo, cuando la gestación es el primer paso para los niños como mercancía o commodities: mamás que por distintas
razones alojan en sus vientres a los hijos de otros. Esto es lo que pasa en la
ciudad de Oberá, capital de la inmigración en la Argentina, en la provincia de
Misiones, bien al norte del país y en el límite con Paraguay y Brasil; ciudad a
la que un ex funcionario público denominó "un depósito de panzas".
Oberá es la segunda ciudad de Misiones después de Posadas y está rodeada de
vegetación, arroyos, cascadas y serranías. También es un muestrario de razas en
donde se mezclan alemanes, polacos, húngaros y criollos. Por eso es conocida
como la Capital Nacional del Inmigrante. Oberá esconde un secreto: el alquiler
de vientres y los buscadores de panzas.
La idea de la compra de bebés es una práctica bien argentina. Dicen que está
"incrustada" en nuestra cultura. Grupos ilegales
que se aprovechan del sistema burocrático que impide adoptar y una mafia a
medida que hace su propio negocio. En el medio quedan los hijos, las vidas, la
supresión de miles de identidades. Es un negocio de miles de dólares.
Los bebés
son ofrecidos como mercancía desde su gestación. El aumento del embarazo
adolescente, o de las niñas madres, y la burocracia en los trámites para
adoptar han generado un negocio para los buscadores de panzas. Si se trata de un chico rubio y de ojos claros, cuyo embarazo estuvo
bien cuidado, la cotización puede ir desde 5 mil hasta 20 mil dólares.
Las llamadas punteras, también conocidas como líderes lugareñas o incluso
dirigentes sociales o políticos, les indican a los buscadores el lugar de un
bebé en gestación.
Las adolescentes misioneras se convirtieron en fábricas de
bebés que alimentan a médicos, abogados y jueces que se dedican a los trámites
de adopción e, incluso, de sustracción y supresión de identidad en los casos en
los que los padres se llevan al chico ya inscripto a su nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario