Con referencias como el Támesis y el Nervión, cómo
imaginar –y lograr– que las riberas se conviertan en lugares de esparcimiento
turístico y de ocio.
a primera noticia llegó con lo de los delfines; y enseguida hubo otra, que las aguas de Venecia estaban más claras. Eran los días iniciales del aislamiento y parecía una cuestión de karma: un planeta a disposición y no había rincón que no estuviera atravesado por la Pandemia. Con los humanos en sus nidos, los animales avanzaron y las redes se llenaron de fotos insólitas. Circuló la esperanza, al menos, de una benevolencia ambiental.
Pero duró poco: las aguas verdes de Venecia se debían a
que las embarcaciones –detenidas– no removían los sedimentos de la superficie y
los delfines habían estado cerca, sin ser vistos por el bullicio del turismo.
En espejo, uno de los karmas argentinos, el Riachuelo, quedó
en primer plano. Y aparecieron las preguntas, pero, ¿y si sí? ¿Tal vez su
morfología podría modificarse con el cese de actividades? Los científicos
salieron a ver en qué andaban esas aguas que siempre bajaron turbias.
La entidad que tiene competencia sobre
ese cauce es Acumar, Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo. Surgió en 2006. Dos
años más tarde, la Corte intimó a la institución a realizar un plan de
saneamiento accionado por la “Causa Mendoza”, un reclamo judicial llevado
adelante por un grupo de vecinos que había iniciado la demanda en 2004. Acumar se define como un “ente autónomo, autárquico e
interjurisdiccional que conjuga el trabajo con los tres gobiernos que tienen
competencia en el territorio: Nación, Provincia de Buenos Aires y Ciudad
Autónoma de Buenos Aires”.
Lo primero que surgió con la Pandemia fue ver qué
pasaba con la pausa de la actividad humana. Daniel Larrache, director ejecutivo
de gestión de Acumar, dice: “Nos permitió echarle una mirada al Riachuelo. En
el imaginario es un lugar sucio, horrible, contaminado, que no tiene nada
lindo. La verdad es que en el trabajo sostenido que se viene haciendo desde
hace muchos años, se dieron avances. Muy paulatinos, pero sí”.
De los relevamientos y muestreos científicos
durante la Pandemia, surgió la lectura de ese estudio que generó expectativa.
Pero, tal como se detalla en Medición del estado del agua superficial y
subterránea, análisis e interpretación de los resultados. Informe trimestral,
abril junio 2020, publicado en el sitio de Acumar, el detenimiento de la
actividad humana no ofreció cambios significativos. “El análisis en aguas del
curso principal Riachuelo presenta valores dentro de los rangos históricos para
la mayoría de las estaciones”, dice en resumen el análisis de los resultados
obtenidos. Con un descanso, no alcanza, pareciera decir el río a través de sus
índices, cuando sus métricas responden a 200 años de malos usos.
Para traer al presente un punteo de la historia
clínica del Riachuelo surge que: fue desagote de los saladeros de principios
del siglo XIX, hasta que una legislación de 1860 prohibió tirar los
desperdicios ahí. Luego, las industrias y empresas tomaron la posta del arrojo. “En la Cuenca viven
aproximadamente 5.800.000 millones de personas. Esto representa el 15 % de la población del país”, sostiene
Acumar. A la par del desarrollo demográfico, a la vera del río, en toda su
extensión, se fueron constituyendo basurales. El río atraviesa 14 municipios
de la provincia de Buenos Aires y una parte de diferentes comunas de la ciudad
de Buenos Aires. Se lo llama Cuenca Matanza Riachuelo;
Matanza, donde nace, en una zona más rural, y Riachuelo sobre el final, en lo urbano.
En las riberas empezaron los asentamientos, que luego fueron barrios que
tuvieron que convivir con el hedor y la contaminación.
Y desde que hubo civilización: los desechos
cloacales. Como río transitado, se llenó de barcos encallados con sus óxidos y
combustibles. Si se piensa que la Primera Fundación de Buenos Aires fue en
1536, son casi cinco siglos de aguas descuidadas. Ahora bien, y a pesar de todo
eso, ¿y si sí? Cambiar el rumbo de lo enquistado: la posibilidad de que el
Riachuelo deje de ser el patio de atrás.
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