Los únicos medicamentos aprobados para el alzhéimer
solo alivian algunos de los síntomas, parcial y temporalmente, pero no detienen
el progreso de la enfermedad.
Como investigador del alzhéimer y neurólogo
que atiende a personas con esta enfermedad, comparto la frustración —en
realidad la ira— de las personas y las familias cuando les digo que no tengo
una cura que ofrecerles.
Durante el año
pasado, los científicos abordaron la covid-19, una enfermedad previamente
desconocida y en unos meses desarrollaron nuevas vacunas eficaces.
Durante ese mismo
período de tiempo, la lista de fracasos del tratamiento del alzhéimer se hizo
más larga.
Actualmente, los únicos medicamentos aprobados para el alzhéimer
simplemente alivian algunos de los síntomas, parcial y temporalmente, pero no
detienen el progreso de la enfermedad.
Aunque se describió por
primera vez y de manera oficial hace 115 años —aunque por supuesto existió
mucho antes de eso— todavía no tenemos una cura para esta devastadora
enfermedad. ¿Por qué?
Comencemos siguiendo el dinero. Durante años,
los defensores de los pacientes han advertido sobre el aumento del número de
víctimas y los crecientes costos del alzhéimer a medida que la población
mundial envejece.
El alzhéimer tiene
una financiación muy insuficiente en comparación con el cáncer, las
enfermedades cardíacas, el VIH/Sida e incluso la covid-19.
Lamentablemente, la
creencia errónea de que el alzhéimer solo afecta a las personas mayores es un
factor que contribuye a esta falta de financiación. Sin embargo, entre el 5 y
el 10% de las personas con alzhéimer tienen menos de 65 años; algunos incluso
tienen 40 años.
El alzhéimer también
es una enfermedad de toda la familia, que causa ansiedad,
depresión y agotamiento en los cuidadores y seres queridos, lo que genera
un costo socioeconómico desproporcionadamente alto.
Teorías
en conflicto
La financiación no
es el único problema aquí. El cerebro humano es extremadamente complejo y la
enfermedad de Alzheimer es la más compleja del cerebro.
Los desafíos que surgen de esta confluencia de
complejidades se reflejan en las distintas teorías sobre el alzhéimer.
La teoría más aceptada es que el alzhéimer es causado
por proteínas mal plegadas que se agregan o se agrupan, matando a las
células cerebrales y dando lugar a los síntomas de pérdida de memoria y cognición
reducida.
Inicialmente, el
culpable de esta historia de plegamiento incorrecto era una proteína llamada
beta-amiloide. Más recientemente, otra proteína, tau, ha surgido como posible
contribuyente.
Aunque una gran
cantidad de datos de investigación ha respaldado esta teoría del plegamiento
incorrecto de proteínas, conocida como la hipótesis amiloide, múltiples
fármacos diseñados para bloquear los procesos de plegamiento incorrecto de
proteínas tóxicas del cerebro repetidamente han fracasado en ensayos en
humanos.
De hecho, en los
últimos dos años, varios ensayos clínicos importantes basados en la principal hipótesis —que la reducción del
nivel de beta-amiloide agregado que acecha los cerebros de los pacientes con
alzhéimer detendría la progresión de la enfermedad— han fracasado
dramáticamente.
Pero hay muchas otras teorías. Una es la de la neuroinflamación, que sugiere que el
alzhéimer surge de una liberación excesiva de sustancias químicas inflamatorias
tóxicas de las células inmunitarias del cerebro llamadas microglías.
Los medicamentos diseñados con base en esta
teoría son fundamentalmente diferentes de los que abordan la hipótesis
amiloide, y aún se encuentran en las primeras etapas del proceso de desarrollo.
Una teoría diferente
afirma que el alzhéimer es una enfermedad de las sinapsis, que son las uniones
entre las células cerebrales, y otra sugiere que el alzhéimer es una enfermedad
de las mitocondrias, una estructura central para la producción de energía en
cada célula cerebral.
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