Como
escritora de comedia en Los Ángeles, Bernstein necesita zambullirse en Twitter
y en páginas de noticias en busca de material.
Pero su trabajo no es solo lo que le hace estar
pegada al teléfono: es la obsesión del llamado doomscrolling, un término de difícil traducción
al español que alude a la obsesión por consumir noticias (generalmente malas),
arrastrando a través de una fuente de noticias sin pausa, sin importar cuán
malas sean éstas o cuántos comentarios de trolls lee en el camino.
"Me topé a mí misma de noche en la cama
navegando páginas de noticias, sabiendo que no era saludable para mí… así que, ¿por qué lo hago?", reflexiona Bernstein.
Es una pregunta que muchos doomscrolles, aquellos que ejercen esta práctica, se han
estado haciendo. Hay múltiples
razones por las que la urgencia por leer puede ser
tan fuerte: el sentimiento de seguridad ante un mayor conocimiento,
especialmente durante momentos difíciles; el diseño de las plataformas de redes
sociales que constantemente actualizan y dan más espacio a los que hacen más
ruido; y, por supuesto, la fascinación humana.
"Es como no ser capaz de desviar la mirada de
un accidente de tráfico", describe Bernstein.
Más allá de que nuestra intuición nos indique que
el doomscrolling nos hace sentir fatal, los estudios realizados
durante la pandemia lo han corroborado, vinculando la ansiedad y la depresión
con el consumo de noticias relacionadas con la covid-19 y un mayor tiempo
dedicado a los celulares.
Así que, ¿por qué seguimos scrolling o deslizando
sin parar? ¿Y por qué esta práctica puede resultar extrañamente
tranquilizadora?
¿Puede haber sorprendentes ventajas en mantener
nuestra vista pegada a la pantalla?
El "placer" del "doomscrolling"
La
mayoría de nosotros dedicamos parte de 2020 al doomscrolling, tanto que el Diccionario de Inglés de
Oxford lo nombró la palabra del año, e incluso la incluyó en su diccionario.
Pero el doomscrolling no es realmente un comportamiento
nuevo.
Pese a que el término parece haber pasado a formar
parte del léxico público a principios de 2020, alrededor de los primeros
confinamientos por la covid-19, el público lleva tiempo manteniendo la
mentalidad de "no puedo evitar no mirar un accidente de tráfico" que
mencionaba Beirnstein cuando se trata de
consumir noticias.
"El
precursor de buscar eso online fue
la gente mirando las noticias de las 11 de la noche, era
aterrador", explica Dean McKay, profesor de psicología de la
Universidad de Fordham, en Nueva York, que se especializa en comportamiento
compulsivo y desórdenes de ansiedad.
Ese "terror", visto desde el confort del
hogar del espectador, sin embargo, tenía un efecto potencialmente
calmante.
McKay describe esa actitud como la de gente
reconociendo que "las cosas están muy mal, [pero] yo estoy cómodo, así que
voy a poder dormir bien esta noche sabiendo [que puedo sentirme bien sobre] mi
situación en la vida".
VER
NOTICIAS POSITIVAS: Un día de deslizar y encontrar noticias positivas no puede
necesariamente eliminar o contrapesar los hábitos que nos hemos creado durante
meses de doomscrolling y
sus efectos negativos en nuestro bienestar
mental.
Sin embargo, entender que el scrolling de buenas
noticias nos aporta satisfacción podría ayudarnos a ser más conscientes de cómo
nuestras prácticas online nos
afectan emocionalmente, la clave -según Rutledge- de cambiar nuestro
comportamiento.
Linton, por su parte, ha bloqueado a gente que,
según dice, se ha dado cuenta que "no le aporta información valiosa"
a sus redes sociales y ha tratado de organizar su cuenta de Instagram para que
esté llena de cuentas con contenido más
positivo: el tipo que le hace sentir bien al deslizar.
"Creo que no es realista decir un día que el
covid desaparecerá y que nunca más volveré a hacer doomscroll", considera Bernstein.
"No creo que se reduzca, pero eso es algo de
lo que también me he dado cuenta, y tengo que trabajar para conseguirlo".
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