SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



miércoles, 8 de enero de 2025

Sepamos más de nuestro inconsciente, parece abstracto pero no lo es.

 

Fuente, Facultad de Psicología de la UBA: Habitualmente, solemos decir que el inconsciente se manifiesta a través de los lapsus, los actos fallidos o los sueños. Es verdad. Pero el inconsciente nos es mucho más vital e íntimo.



¿Qué es el inconsciente? Sin negar que está estructurado como un lenguaje, que es una estructura del lenguaje, prefiero considerarlo esta tarde como una pulsión, como una fuerza. El inconsciente es la fuerza soberana que nos empuja a elegir la mujer o el hombre con el que compartimos nuestra vida.

 

Sí, es el inconsciente, no es una decisión razonada. Nos empuja a elegir la profesión que ejercemos e incluso nos empuja a elegir, en mi caso yo lo siento así, la ciudad o la casa en la que vivimos. Todas estas elecciones se nos imponen sin saber verdaderamente por qué. Sin embargo, la experiencia clínica me ha enseñado que existe otro poder del inconsciente, más irresistible todavía y al que quisiera consagrar esta conferencia: es el poder de empujarnos a repetir; nuestra vida late al ritmo de la repetición que el inconsciente impulsa.

 


Por encima de todo, el inconsciente es la fuerza que nos empuja  a reproducir activamente las mismas conductas felices (en este caso, la repetición es una repetición sana y el inconsciente una pulsión de vida) o la fuerza que nos empuja a repetir compulsivamente –me van a escuchar hablar mucho  de “compulsivo” esta tarde– los mismos comportamientos enfermos (en este caso, la repetición es una repetición patológica y el inconsciente una pulsión de muerte).

Pero ¿qué es la repetición? Quisiera introducir el concepto de repetición mostrándoselos en acción, en acto, en el marco de una instantánea clínica en la que verán sobre todo cómo un psicoanalista trabaja pensando en la repetición. 

 

Vayamos, entonces a la instantánea clínica:

Hace un tiempo, recibí por primera vez a una joven abogada llamada Raquel, Raquel vive sola y sufre periódicamente, inexplicables accesos de una tristeza inconsolable. Ella no sabe lo que la pone triste. Poco a poco, a lo largo de la entrevista, habla de sus crisis de lágrimas, su impotencia para superarlas y del miedo a que su malestar se instale definitivamente. Mientras Raquel me habla, tengo dos ideas en mi mente. Aquí debo decirles que, en mi opinión, contrariamente a una idea que uno se hace de la posición de Freud, cuando un analista escucha a su paciente tiene que tener ideas en su mente, no estoy de acuerdo con la afirmación de que el analista debe escuchar desprovisto de toda idea a priori.

Es necesario que en la entrevista el terapeuta esté mentalmente desdoblado; mientras escucha lo que el paciente le dice, al mismo tiempo, simultáneamente, el terapeuta tiene interrogantes, hipótesis y suposiciones, es decir, tiene en mente un conjunto de preconcepciones útiles (yo las llamo fecundas), surgidas de su formación y de su práctica.

 

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