Fuente, Facultad de Psicología de la UBA: Habitualmente,
solemos decir que el inconsciente se manifiesta a través de los lapsus, los
actos fallidos o los sueños. Es verdad. Pero el inconsciente nos es mucho más
vital e íntimo.
¿Qué es el inconsciente? Sin negar que
está estructurado como un lenguaje, que es una estructura del lenguaje,
prefiero considerarlo esta tarde como una pulsión, como una fuerza. El
inconsciente es la fuerza soberana que nos empuja a elegir la mujer o el hombre
con el que compartimos nuestra vida.
Sí, es el inconsciente, no es una
decisión razonada. Nos empuja a elegir la profesión que ejercemos e incluso nos
empuja a elegir, en mi caso yo lo siento así, la ciudad o la casa en la que
vivimos. Todas estas elecciones se nos imponen sin saber verdaderamente por
qué. Sin embargo, la experiencia clínica me ha enseñado que existe otro poder
del inconsciente, más irresistible todavía y al que quisiera consagrar esta conferencia:
es el poder de empujarnos a repetir; nuestra vida late al ritmo de la
repetición que el inconsciente impulsa.
Por encima de todo, el inconsciente es
la fuerza que nos empuja a reproducir activamente las mismas conductas
felices (en este caso, la repetición es una repetición sana y el inconsciente
una pulsión de vida) o la fuerza que nos empuja a repetir
compulsivamente –me van a escuchar hablar mucho de
“compulsivo” esta tarde– los mismos comportamientos enfermos (en este
caso, la repetición es una repetición patológica y el inconsciente una pulsión
de muerte).
Pero ¿qué es la repetición? Quisiera
introducir el concepto de repetición mostrándoselos en acción, en acto, en el
marco de una instantánea clínica en la que verán sobre todo cómo un psicoanalista
trabaja pensando en la repetición.
Vayamos, entonces a la instantánea
clínica:
Hace un tiempo, recibí por primera vez
a una joven abogada llamada Raquel, Raquel vive sola y sufre periódicamente,
inexplicables accesos de una tristeza inconsolable. Ella no sabe lo que la pone
triste. Poco a poco, a lo largo de la entrevista, habla de sus crisis de
lágrimas, su impotencia para superarlas y del miedo a que su malestar se instale
definitivamente. Mientras Raquel me habla, tengo dos ideas en mi mente. Aquí
debo decirles que, en mi opinión, contrariamente a una idea que uno se hace de
la posición de Freud, cuando un analista escucha a su paciente tiene que tener
ideas en su mente, no estoy de acuerdo con la afirmación de que el analista
debe escuchar desprovisto de toda idea a priori.
Es necesario que en la
entrevista el terapeuta esté mentalmente desdoblado; mientras escucha lo
que el paciente le dice, al mismo tiempo, simultáneamente, el terapeuta tiene
interrogantes, hipótesis y suposiciones, es decir, tiene en mente un conjunto
de preconcepciones útiles (yo las llamo fecundas), surgidas de su formación y
de su práctica.
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