Se trata de la mayor biblioteca
barroca de Europa, alberga más de 200.000 tomos históricos en sus ricamente
ornamentadas estanterías de madera. La Sala de Gala se considera, y con
justicia, una de las salas de biblioteca más hermosas que hay en el mundo.
La Biblioteca Nacional de Austria es un imán de
visitantes que pertenece al Hofburg de Viena. Sin
embargo, los libros de la antigua biblioteca imperial quedan en algo anecdótico
si se comparan con la imponente Sala de Gala, con sus casi 80 metros de
longitud y 30 de altura y la cúpula que corona su zona central. El colorido
fresco del pintor de la corte, Daniel Gran, representa la deificación del emperador Carlos
VI, el monarca que encargó la construcción de la biblioteca en 1723. Su figura
está esculpida en mármol en el centro del espacio, justo debajo de la cúpula.
Las 16 estatuas restantes representan a regentes y nobles de las familias
austriaca y española de los Habsburgo.
Libros
de incalculable valor
Un total de 128 antiguos estantes soportan el peso
y exhiben más de 200.000 obras escritas entre los años 1501 y 1850. Merecen
especial mención los cerca de 15.000 tomos que forman la colección del príncipe
Eugenio de Saboya, encuadernados en marroquinería roja, azul y amarilla, o una
de las mayores colecciones con los escritos de la Reforma de Martín Lutero.
Los libros no pueden consultarse, ya que son demasiado frágiles y valiosos.
Como viene siendo habitual desde su construcción en el siglo XVIII, la Sala de
Gala ejerce especialmente como un espacio donde exponer el patrimonio imperial.
Las piezas de exposición incluyen dos globos barrocos venecianos: uno es un
globo terráqueo, y el otro, un globo terrestre, ambos de más de un metro de
diámetro.
Restauración
en profundidad
Los numerosos chapados en oro, la
ornamentación de estuco, mármol, piedra y metal y los estantes de madera
pasaron por una restauración general en 2022. Las superficies de madera se
limpiaron en profundidad usando láseres. También se sustituyeron cientos de
componentes de madera que faltaban o estaban en mal estado. Los frescos del
techo estaban en buen estado y no necesitaron retoques, mientras que los
cuadros, más cercanos al suelo, y las esculturas y columnas requirieron más
atención del equipo de restauradores. Durante el tiempo que duraron las
labores, los libros estuvieron debidamente protegidos. El último paso de los
trabajos consistió en retirar uno por uno los antiguos tomos de las
estanterías, limpiarlos y, por último, devolverlos a su sitio original.
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