SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



domingo, 26 de enero de 2025

¿EXISTE el Necronomicón? un libro maldito que se materializó en Buenos Aires.

 

Según escribió H. P. Lovecraft hace casi un siglo, uno de los pocos ejemplares que se conservan del Necronomicón está en Buenos Aires. Ahora, una película y un libro conjeturan qué fue de esa obra maldita. Un capítulo más para una historia de ficción tan bien lograda que muchos creen que es real.



Howard Philips Lovecraft (1890-1937) imaginó la existencia de un libro maldito, un libro cuyo contenido podía convocar a seres antiquísimos y todopoderosos y acabar con nuestro mundo. Imaginó que fue escrito alrededor del año 730 por un árabe loco llamado Abdul Alhazred, que su título original árabe era Al-Azif, y que en el mundo quedan solo cinco ejemplares de la obra completa, los cuales llevan el título con el cual se tradujo en Occidente: Necronomicón. Lovecraft imaginó también que uno de esos ejemplares está en Buenos Aires.



Quién sabe cuál fue el motivo que lo llevó a pensar en esta ciudad. Las otras ubicaciones del libro parecen lógicas. Uno de los ejemplares tenía que estar en la Universidad de Miskatonic, en Arkham: esa imaginaria ciudad de Estados Unidos aparece en casi todas las historias relacionadas con los mitos de Cthulhu, la saga de relatos que giran en torno al Necronomicón, escritos no solo por Lovecraft y otros autores, que conforman el llamado Círculo de Lovecraft. Las otras tres copias están en neurálgicos de la cultura occidental: la Biblioteca Widener, de la Universidad de Harvard, el Museo Británico y la Biblioteca Nacional de París. Pero ¿Buenos Aires?



Es probable que, hace noventa años, mientras escribía El horror de Dunwich, Lovecraft haya juzgado conveniente que hubiera un ejemplar más, sito en algún lugar inhóspito, lo más alejado posible de las grandes capitales del mundo. Y que entonces haya desplegado un planisferio y llevado sus ojos bien abajo, y que le haya gustado la musicalidad del nombre de esa ciudad, o quizás el hecho de que contenga las cinco vocales, o, quién sabe, la discordancia entre el significado del nombre y el horroroso contenido del libro en cuestión. El caso es que esa fue su decisión. “La Universidad de Buenos Aires”, escribió en el comienzo del capítulo V del relato.

 

Tampoco está claro cómo es que la tradición mudó ese ejemplar de la Universidad a la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Y, menos aún, por qué tuvo que pasar tanto tiempo para que en Argentina —donde, como en casi todas partes, los cultores de Lovecraft son legión— un grupo de personas se animara a recoger el guante arrojado por el padre de Cthulhu hace tantos años y añadiera al universo lovecraftiano un capítulo más.

 

¿Qué harán, ahora que su vasto catálogo sí incluye este libro titulado Necronomicón, los empleados de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires cuando alguien les pregunte si lo pueden leer? Quizás dejen de lado su amable “no, no lo tenemos” y hagan suyas las palabras de aquel librero neoyorkino: “Por supuesto que lo tenemos”. Y tal vez de esa forma, durante algunos segundos, llenen de vana esperanza o les hielen la sangre a los que consultan. Será una forma de expandir todavía un poco más el universo lovecraftiano en este arrabal sudamericano.

 


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