SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



viernes, 31 de enero de 2025

SEPAMOS más de la invención del RELOJ MECÁNICO. Inventado en el siglo catorce (XIV), que aun funciona-

 

Algo pasó en el atrasado Viejo Continente durante los siglos XIV y XV para que en unas décadas se fabricasen numerosos relojes mecánicos en Europa central y occidental. Aún hoy se pueden admirar muchos de esos mecanismos, que alcanzaron niveles de perfección sorprendentes. En 1344, Padua ya había instalado un reloj público, y Génova, Bolonia y Ferrara construyeron los suyos en 1353, 1356 y 1362 respectivamente. En 1359, la catedral de Chartres disponía de dos relojes como signo de prestigio y magnificencia, y Lyon se dotó del suyo en 1383.

 


La pasión por estos ingenios se extendió por las islas Británicas, donde en 1392 se instaló un reloj en la catedral de Wells, alcanzó el Báltico alemán, donde en 1379 Rostock erigió un reloj (hoy perdido), y prendió en ciudades situadas tan al norte como Lund, en Suecia, que tuvo su reloj en 1424, o ubicadas tan al este como Olomuc, en Moravia, que en 1420 también disponía de reloj. La pasión por los relojes no era el resultado de un interés más amplio por las artes mecánicas. Aquel Occidente relojero no era muy diestro en la obtención y el uso del metal, y solo mostró interés por la construcción de piezas de artillería, además de por la fabricación de relojes. Entonces, ¿de dónde procedía semejante interés por la relojería?


 


En el siglo X, Europa contaba poco en cuanto a habilidades tecnológicas, ámbito que dominaban dos civilizaciones: la china y la islámica. En una época tan temprana como el siglo IX, una embajada del califa Harun al-Rashid ofreció al emperador Carlomagno un reloj mecánico que despertó suficiente admiración como para ser registrado de forma detallada en los anales.

En el Imperio chino, fecundo y creativo, se creó uno de los relojes más perfectos de aquellos tiempos. Los astrónomos chinos concibieron la idea de fabricar un mecanismo que reprodujera el tiempo de los cielos, y entre los siglos X y XI se idearon varios prototipos. El más famoso fue el reloj de Su Song, construido en 1094 y cuyo funcionamiento dejó maravillados a todos los contemporáneos.



DEL MONASTERIO A LA CIUDAD

En los monasterios se inventaron mecanismos que ayudaron a los monjes a conocer con precisión las horas de los rezos durante el día y la noche, y es en ese marco donde cabe imaginar que en torno al año Mil nacieran los primeros relojes mecánicos. Desde el siglo X, con el nuevo impulso que el comercio y las manufacturas imprimieron a la vida urbana en Occidente, las ciudades adquirieron gran prosperidad e impulsaron la construcción de relojes mecánicos que permitían regular los trabajos urbanos.



En monasterios y ciudades el ritmo de trabajo era artificial, a diferencia de lo que ocurría en el campo, cuyo ritmo de trabajo era natural, regido por la trayectoria del sol. Y un ritmo de trabajo artificial debía medirse con un tiempo artificial y un mecanismo que no tenía por qué emular el ritmo de los astros. Así surgió en Occidente el reloj mecánico, que se convertiría en el representante más genuino de su filosofía de la vida y de su filosofía económica, introduciendo valores nuevos como la precisión y la eficacia.

A la vez que se construían campanas y campanarios, se fabricaron mecanismos capaces de mover aquellos carillones, y tales artilugios, que importaron la tecnología de los monasterios, fueron los precedentes de los relojes mecánicos.El objeto de estos primitivos relojes era "dar la hora" con el sonido de una campana; de ahí que el término inglés clock, "reloj", sea muy cercano al alemán glocke y al francés cloche, que significan "campana".

 

 La historia del reloj es parte de la historia de la miniaturización: los pesos se sustituyeron por muelles, los relojes pasaron de las torres a las habitaciones, después a los aparadores de las casas, luego a los bolsillos de sus poseedores y finalmente a las muñecas de su propietario. Es difícil imaginar un recorrido semejante para las magníficas clepsidras chinas.

Este proceso de miniaturización estuvo acompañado por el interés en mejorar la precisión; si la campana debía sonar a una hora convenía que fuera lo más exacta posible. Los mecanismos basados en las pesas o en los muelles, desarrollados a partir del siglo XV, resultaron ser mucho más dúctiles a la hora de mejorar la precisión de su funcionamiento. Mientras, en las catedrales y los edificios civiles más orgullosos de Europa se construían fantásticos relojes astronómicos que mostraban el curso de los cuerpos celestes. Cuando los jesuitas, encabezados por Mateo Ricci, llegaron a China a finales del siglo XVII, los únicos regalos que sorprendieron a sus sofisticados gobernantes fueron los relojes mecánicos con campanas que tocaban solas.

 

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