Cuando caía la noche del 30 de octubre de
1983, millones de argentinos apostaron por todo lo que se les había negado
durante años.
Aquella
elección, aquellos votos, eran un castigo a la violencia, a la censura,
al atropello de todo orden y un mandato a la mesura, para edificar de manera
pacífica el futuro. Una vuelta de página sobre un pasado ominoso, de
frustraciones personales y de decadencia como nación.
Ese 30 de
octubre el espacio público receptó a todas las expresiones reprimidas de
la cultura, y las nuevas generaciones nutrieron de
representatividad a los partidos políticos, sustento vivo de un sistema que
soportó asonadas militares y la resistencia sindical.
La
recuperación del sistema democrático significó para la sociedad el amanecer de
un escenario donde se reflejaron expectativas largamente postergadas. Significó
el renacer del libre debate de las ideas, las garantías individuales, y la
reinserción internacional después de quienes nos habían llevado a una derrota
militar. Significó el respeto por la libertad de expresión, el funcionamiento
de una Justicia independiente, y el reconocimiento a la oposición.
Significó el
juzgamiento de las atrocidades contra los derechos humanos.
Raúl Alfonsín
nos decía “… “iniciamos una etapa que sin duda será difícil, porque tenemos todos la
enorme responsabilidad de asegurar hoy y para los tiempos la democracia y el
respeto por la dignidad del hombre en la tierra argentina…”
Han pasado 37 años de aquel histórico día
que definió un nuevo rumbo para el pueblo argentino. Y nada define más a
estas tres décadas de democracia que la lucha política por ampliar derechos y
fortalecer las instituciones. La obra del Dr. Raúl Alfonsín marcó
el rumbo de la política en materia de derechos humanos del estado argentino, un
derrotero progresivo cuyos avances pueden observarse en la actualidad.
Muchos años
después, el multitudinario y cálido reconocimiento brindado al despedir al
presidente de la entrada a la vida quedó resonando en quienes somos hijos de la
democracia.
Los jóvenes
radicales, desde la memoria, debemos y tenemos la responsabilidad de
plasmar sus objetivos, que son los del conjunto y a los que todos debemos
aportar desde nuestro lugar de pertenencia y con nuestra impronta ideológica.
Es importante que se honre ese legado político, vigente y valorado en este
tiempo, y que se interprete el deseo compartido de unidad nacional, justicia
social y de un federalismo que equilibre las asimetrías y brinde posibilidades
equitativas.
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