En Estados Unidos una usina láctea trata de sumar en un
momento de bajos precios y mejorar lo que le paga al productor. El etanol
obtenido es de bajo carbono y deriva del blanco fluido.
Son
historias de un mundo desconocido para nosotros. La Argentina vive dentro de un
microclima lácteo fuertemente negativo. Precios al productor muy por debajo de
lo que debería cobrar, un sistema de comercialización indefendible por dónde se
lo mire, alimentos para las vacas que dos por tres se ven impactados por
programas implementados para que un gobierno a la deriva consiga los dólares
para sobrevivir un rato más.
A eso hay que sumar
usinas lácteas que se mueven dentro de una macro desquiciada y con precios
controlados, que así y todo resultan demasiado altos para una población de
bolsillos flacos.
En Estados Unidos también
hay dificultades con los precios al productor, pero son debidas a cuestiones
ligadas a la oferta y demanda, y no a la mano disparatada del Estado
interviniendo en la actividad privada. Después de alcanzar un máximo histórico
para la leche líquida Clase 3 en abril de 2022, los futuros de leche al contado
se han desplomado un 40%.
Hay
claramente una cuestión de oferta. El exceso de leche proviene de la
sobreproducción de este año, además de que las ventas de leche líquida han
disminuido drásticamente, especialmente con el cierre de las escuelas durante
el verano. Las exportaciones también han desacelerado su ritmo récord.
Paralelamente se tiene la
sensación de que hay un desequilibrio en el consumo de los productos lácteos en
Estados Unidos, donde las personas beben menos leche líquida y comen más queso
y yogur, razón por la cual sobra mucha lactosa y diferentes subproductos del proceso
de elaboración de lácteos.
En este contexto más de
una compañía trata de buscarle la vuelta para encontrar un escalón adicional
que sume ingresos al negocio, sobre todo si es un esquema integrado con la
producción.
La noticia indica que
está en marcha la primera planta de etanol en Estados Unidos sobre la base de
un derivado de la leche, y de algún modo son los propios tamberos los que
encaran el proyecto.
La
Asociación de Productores de Leche de Michigan (MMPA, por su denominación en
inglés) y la canadiense Dairy Distillery Alliance se están asociando para
convertir permeado de leche en biocombustible. La idea surgió después de que la
canadiense se hiciera popular generando una especie de vodka a partir del
derivado del blanco fluido.
El
permeado se produce cuando la leche se filtra a través de un tamiz o membrana
fina utilizando una técnica llamada ultrafiltración. En la composición de este
subproducto abunda la lactosa. Según explica la destilería, basta con agregar
un poco de levadura al permeado de leche para comenzar un proceso de
fermentación e iniciar la producción de etanol.
La planta Constantine de
la MMPA en el suroeste de Michigan produce anualmente 14000 toneladas de
permeado, que se utiliza como alimento para animales. Su director ejecutivo
asegura que la movida en curso ayudará a diversificar la cartera. En su rol de
usina láctea hacen lo suyo para tratar de mantenerles un precio de leche
sostenible a sus socios.
Paralelamente contribuyen
con la sustentabilidad. Se espera que el proyecto de USD 41 millones compense
en cierta medida la huella de carbono de la planta de procesamiento de leche.
El final de obra está pensado para 2025, cuando se producirían más de 8.3
millones de litros de etanol.
En estos países, el
dinero de los impuestos no se usa exclusivamente para hacer clientelismo. Por
eso el Fondo Estratégico de Michigan otorgó al proyecto una subvención
significativa y una exención de gravámenes de 15 años. Es más, este estado hizo
sus mejores esfuerzos para quedarse con esta planta, que también era codiciada
por Indiana. En vez de regalar colchones o cocinas, repartir planes o jubilar
gente sin aportes, los esfuerzos están puestos en atraer inversiones y generar
trabajo.
Desde
la cooperativa, que nuclea a 1000 productores de leche destacan que el proyecto
incluye el desarrollo de una planta de fermentación y destilación de 8500 pies
cuadrados en Constantine. Alrededor de un tercio del costo total previsto
respaldará un nuevo sistema de aguas residuales que producirá gas natural para alimentar
el sistema de destilación. Y liberará agua limpia que se puede dispensar en los
ríos.
El permeado de leche se
canalizará directamente a la planta desde las instalaciones de producción de
lácteos. Luego será fermentado, destilado y procesado para producir etanol.
Desde Dairy Distillery dicen que su proceso tiene la mitad de la huella de
carbono del etanol de maíz tradicional. Es bioeconomía circular generando
valor.
"Preguntar a los
empleados de una estación de servicio si tienen leche está a punto de adquirir
un significado diferente en Michigan", bromean desde la MMPA.
Y
recuerdan que el Aston Martin de Carlos III de Inglaterra funciona con
"excedente de vino blanco inglés y suero de la leche empleado para la
fabricación de queso", según ha reconocido el monarca en una entrevista
con la BBC. El cuidado del ambiente y la huella de carbono son algunas de sus
mayores preocupaciones, según indica la Casa Real.
Más allá de esta nota de
color, la libertad de mercado permite que quienes tienen inquietudes y
privilegian el esfuerzo encuentren vías alternativas para salir adelante. Puede
resultar o no, pero siempre será mejor que tolerar las condiciones de un
burócrata que desconoce la actividad.
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