En principio soy favorable a la corriente de los vinos minimalistas, sutiles, que evitan lo innecesario, que no se adornan ni
maquillan en exceso. Vinos de estilo less is more, que encuentro exquisitos. Incluso me atraen los vinos
imperfectos, con ciertas desviaciones, cuando son capaces de seguir expresando su origen. Sin embargo, en el momento en que una desviación como el gusto a ratón entra en juego y es más perceptible que
los aromas propios de uva o de la crianza, entonces mi paladar ya no lo acepta como adecuado.
Cuál es la mejor copa para beber vino, Esta es una pregunta recurrente. Antes de nada, pondremos el foco en el material. En la actualidad se considera al vidrio como “el mejor” material para la elaboración de copas destinadas a la degustación de vino. La cultura, la tradición y nuestra herencia han favorecido el uso de esta costumbre. Sin embargo, no siempre ha sido así. Durante los períodos de antiguas civilizaciones, la mayoría de recipientes para beber eran de madera o de barro.
Del mismo modo, en Asia, el “vino de arroz” o sake se
prefiere tradicionalmente en pequeños cuencos
de cerámica. En nuestra cultura occidental vemos más adecuado
usar el vidrio. ¿Habéis probado un vino en una copa metálica? Yo sí, y la experiencia es especial: el vino muta, parece
más frío, reconozco que te descoloca, pero malo no es.
Las
copas de vidrio se elaboran utilizando arena de sílice, arena caliza y
ceniza de sosa, que se calientan y funden a altísimas
temperaturas (1500ºC). Algunas copas también pueden llevar un porcentaje de plomo,
que aporta más dureza, mayor transparencia y durabilidad a la herramienta.
Aunque actualmente este producto se está remplazando por otros.
La forma de la copa
también tiene un gran impacto en la expresión aromática del vino.
Si están un poco cerradas por la parte de la boca y tienen un cáliz amplio,
permiten una mayor concentración de los compuestos aromáticos
que se dirigen hacía la nariz, lo que se traduce en una mayor expresividad. Si
se soplan a mano, son mucho más finas que se si elaboran en cadena por una
técnica conocida como moldeado. Cuanto más fina la copa, mayor expresividad del
vino.
El fabricante de copas austriaco Riedel es un gran referente. En sus talleres se ha realizado un trabajo empírico impresionante, buscando formas distintas de copa para cada variedad o estilo de vino. De Riedel, me quedo sin duda con la serie Resturant Degustazione y, dentro de esta, con el modelo Red Wine. Se trata de una copa fabricada solo para hostelería, se produce con moldeado, tiene un cáliz amplio y es muy resistente. Me encanta porque tiene un tamaño muy adecuado, no es exageradamente grande ni pequeña, es bastante versátil y sirve para casi todos los vinos.
Además, es imbatible
por el precio (sobre los 5€). Evidentemente, Riedel tiene copas
más lujosas, elaboradas a mano, delicadísimas, frágiles, que ofrecen una
experiencia superior. La serie
Sommelier Burgundy Grand Cru es emocionante: una copa artesanal, algo
cerrada por la parte de la boca con un ligero repunte que la estiliza, ¡tan
amplia que su capacidad de cáliz es de un litro! Las copas de la serie
Sommelier son realmente frágiles, hay que saber tratarlas con mimo. Cuestan unos 40 €/unidad, pero si sois capaces de que os
duren —yo, en casa soy bastante desastre para eso—, la experiencia es
destacadísima.
Otras copas que están
de moda entre los sumilleres son las Zalto (producidas también en Austria), delicadas, hechas a
mano, muy cerradas por la boca pero con un base de cáliz casi horizontal, por
lo que la acaban pareciendo algo cónicas. Son copas fascinantes, pero pienso que si se utilizan para vinos corrientes o de
poco carácter aromático pueden empequeñecerlos. La Zalto Universal, que cuesta
sobre los 35€, es mi preferida de este fabricante.
Últimamente
utilizo con frecuencia la copa que Jancis Robinson ha
creado de la mano del joven diseñador inglés Richard Brendon, un
reputado artesano del vidrio. Su propuesta es rompedora, sólo han diseñado un
modelo: una copa universal para todo tipo de vino. El resultado es una herramienta
de tamaño medio, con un tallo finísimo y un cuello cerrado. La copa cuesta unos
40€ y es una maravilla para los sentidos.
Otros modelo que me
atrae es el propuesto por el legendario sumiller Gérard
Basset (1957-2019), diseñado de la mano con Lehman
Glass. Esta copa puede parecer rara; tiene un cáliz muy
abierto por la base que se cierra súbitamente a mitad de la copa, dando una
sensación barriguda de media copa hacia abajo pero tubular de media copa hacia
arriba. Son copas producidas con molde, realmente divertidas, y consiguen gran franqueza
del vino. El modelo Oenomust Pinot Noir (sobre
los 8€), es muy recomendable.
Sea cual sea la que
se escoja, una buena copa será una buena inversión; nos
permitirá sacar el máximo partido a nuestra botella y aumentará el placer. El
precio no debe ser un obstáculo, hasta la copa Storsint, que
venden en
IKEA por 1,5€, es mejor que usar un vaso cualquiera.
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