El Museo
Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta desde mediados de febrero la exposición
JeanLéon Gérôme (1824-1904), fruto de un ambicioso proyecto conjunto con el J.
Paul Getty Museum y el Musée d’Orsay, y que supone la primera gran muestra
monográfica dedicada al pintor y escultor francés desde la celebrada hace
treinta años en Estados Unidos, así como su presentación en España por primera
vez.
La cuidada selección de
óleos y esculturas que podrá verse en Madrid es una versión reducida de la gran
retrospectiva mostrada en los Ángeles y en París sucesivamente a lo largo de
2010. En las salas del Museo Thyssen-Bornemisza se reunirán cerca de 60 obras,
entre las que se encuentran algunos de sus trabajos más emblemáticos y
sobresalientes, abarcando todos los aspectos de su larga y prolífica
trayectoria artística.
Fundamentado en las
investigaciones historiográficas y catalogaciones de su obra realizadas en los
últimos años, este proyecto pretende dar a conocer y analizar el arte de Gérôme
desde un nuevo enfoque, no sólo como la obra de uno de los pintores más
emblemáticos del academicismo francés, sino como la de uno de los grandes
creadores de imágenes del siglo XIX, revisando el lugar que ocupa en la pintura
francesa de la época.
Bajo este nuevo prisma la
exposición explorará el concepto teatralizado de su pintura de historia, su
compleja relación con Oriente, el uso de la policromía en sus esculturas, la
vinculación con las referencias arqueológicas, su combativa postura contra el
anti-academicismo de finales del XIX o el singular destino americano de buena
parte de su producción.
En el catálogo se
analizará también su particular gramática visual que le lleva a veces a la
obsesión ilusionista, y su relación con las artes visuales, la estampa, la
fotografía e incluso el cine, entonces incipiente. Gérôme fue uno de los
pintores más célebres de su época, aunque fue también objeto de críticas y
polémicas a lo largo de toda su carrera. Su popularidad fue en buena medida
fruto de su preocupación por la difusión de sus obras, que traspasó las
fronteras de Francia y llegó incluso a los Estados Unidos donde, desde la
década de 1870, fue uno de los artistas más admirados y coleccionados.
Gérôme se familiarizó muy
pronto con la nueva creación fotográfica y, como la mayoría de artistas del
momento, recurrió a fotografías para componer algunos de sus cuadros y, sobre
todo, aprendió a aprovechar este nuevo medio para “vender” su obra. A petición
de su marchante y editor, Adolphe Goupil -que más adelante se convertiría en su
suegro-, desde 1859 Gérome empezó a utilizar reproducciones fotográficas y
estampas para divulgar sus trabajos y supo adaptar su obra a la política
editorial llevada a cabo por Goupil,
combinando hábilmente los
temas anecdóticos que garantizaban su éxito popular con una composición pensada
para su adaptación al formato más reducido del grabado o del revelado
fotográfico. Aún con los reproches por parte de la crítica artística del
momento, Gérôme logra crear así imágenes impactantes que marcan la memoria del
espectador.
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