Leer como herramienta de evolución
cognitiva.
La lectura, entonces, es mucho más que un pasatiempo o una exigencia
escolar. Es una práctica que puede mejorar las funciones cerebrales, fortalecer
la empatía, aumentar la memoria verbal y promover el pensamiento abstracto.
El estudio deja en claro una cosa: si la lectura deja de ocupar un lugar
central en la vida cotidiana, se podría estar perdiendo una herramienta
evolutiva clave. La lectura no solo permite interpretar textos, sino también
ayuda a comprender el mundo, conectar con otros y construir pensamiento
propio.
¿Y si leer no solo ampliara el conocimiento, sino que moldeara físicamente el cerebro, transformando nuestra forma de pensar y entender el mundo?
Un estudio reveló que el cerebro de las personas que leen con frecuencia presenta diferencias estructurales respecto a quienes no lo hacen. Estas variaciones se
observan en regiones asociadas a la comprensión del lenguaje, la memoria y
otras funciones cognitivas. Según los autores, la lectura no solo enriquece el
conocimiento, sino que modifica físicamente el cerebro, reforzando conexiones neuronales clave.
Este hallazgo coincide con un contexto en el que los hábitos de lectura varían notablemente entre países. España, por citar un ejemplo, atraviesa un momento favorable: según
el Barómetro de
Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2024, el 65 % de la población lee libros en su tiempo libre, y el 75,3 % de los jóvenes entre 14 y 24 años lo hace por placer. Esta tendencia sitúa al
país entre los más lectores del mundo y genera un entorno propicio para que la
lectura tenga efectos amplios en el plano educativo y cognitivo.
En Argentina, por otro lado, los niveles de lectura muestran
desafíos. La Encuesta Nacional de Consumos
Culturales, elaborada por el Ministerio de Cultura, señala que el 51 % de la población leyó al menos un libro en la última encuesta que se hizo en 2022. El consumo se da
principalmente en formato papel, y se concentra en los grupos más jóvenes: el 77 % de los adolescentes entre 13 y 17 años declaró haber leído, en su mayoría por
motivos escolares.
A nivel global, el sitio World Population Review ubicó a Argentina en el puesto 13 entre los
países con menor cantidad de libros leídos por persona al año. Según este
ranking, el promedio es inferior a dos libros por habitante, un dato que contrasta con el peso histórico de la
literatura argentina y con eventos culturales como la Feria del Libro de Buenos
Aires.
Este panorama permite dimensionar la lectura como algo más que una
práctica cultural: es también un factor asociado al desarrollo cerebral
y cognitivo. A la luz de esta perspectiva, los hallazgos del estudio
publicado en Neuroimage resultan especialmente relevantes.
Un estudio pionero: metodología y
alcance
El estudio que puso en el foco la relación entre lectura y estructura
cerebral fue realizado por Mikael Roll, profesor de fonética en
la Universidad de Lund, quien analizó datos de código abierto
procedentes del Proyecto Conectoma Humano, una iniciativa
internacional que recopila información detallada sobre la anatomía y la
conectividad cerebral de miles de personas. En esta investigación se incluyeron
más de 1.000 participantes, lo que permitió identificar patrones
anatómicos asociados a diferentes niveles de habilidad lectora.
El análisis se centró en comparar la anatomía cerebral de
personas con distintas habilidades lectoras, con especial atención a las
regiones implicadas en el procesamiento del lenguaje y la comprensión lectora.





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