¿Las negociaciones de esta semana serán más de lo mismo o conducirán a cambios estructurales que pongan a la gente en el centro?
Desde este lunes
y hasta el jueves se realiza en la capital italiana, Roma, la 50a sesión del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de Naciones
Unidas (CSA), que tiene el desafío de atender la tercera crisis masiva
de hambre que enfrenta el planeta en los últimos 15 años. ¿Será capaz de poner
en marcha los cambios estructurales necesarios para resolver esta deuda
histórica de la humanidad?
Hasta ahora la implementación de las soluciones
verdaderas a la crisis del hambre se ha quedado en promesas. “Hay en marcha una
crisis perpetua de hambre. Casi todos los años más de 2000 millones de personas
tienen inseguridad alimentaria moderada o severa. Actualmente tenemos casi 3000
millones de seres humanos que no pueden pagar por una dieta realmente
saludable”, dijo este lunes desde Roma la co-coordinadora del programa de
Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra Internacional (ATI),
Kirtana Chandrasekaran.
El CSA, que sesiona en el marco de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y
la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), es el espacio
intergubernamental que debe dedicarse a discutir la seguridad alimentaria y la
nutrición, y que debe implementar las medidas que aseguren la realización del
derecho a la alimentación. Aunque el CSA se reúne casi todos los años, la de
esta semana es la primer reunión cara a cara desde el inicio de la pandemia en
2020.
Kirtana reivindicó que es el CSA el órgano que
debe promover las soluciones para superar la crisis del hambre. Además,
advirtió que los grupos existentes de respuesta a esta crisis, incluso en el
marco de Naciones Unidas, hasta ahora siguen la línea de la agenda neoliberal
corporativa y se limitan a pensar cómo aumentar el rol de los mercados
globales, brindar préstamos condicionales o financiamiento. “No hablan en
absoluto de ninguna de las soluciones estructurales necesarias para atender la
crisis alimentaria, ni de lo que realmente debe ocurrir para implementar el
derecho a la alimentación”.
Aunque el mundo ha estado produciendo alimentos
suficientes para dotar de una dieta adecuada a toda la población mundial, el
hambre ha crecido desde 2015 porque nunca se ha atendido seriamente, según
Kirtana. “Esto ocurre porque el sistema alimentario global liderado por el
mercado neoliberal se ha transformado en dominante desde los años 70 y 80, y ha
empujado a la mayoría del mundo a adoptar las tecnologías de la revolución
verde, con foco en pocos granos, monocultivos, y con el respaldo de la
producción industrial de alimentos”. “Eso nos ha dejado en una situación en la
que muchos países que solían ser autosuficientes para producir sus alimentos,
desde los 80 son dependientes de insumos externos, que provienen de un puñado
de países”, agregó. Además, “nuestro sistema alimentario entero es
extremadamente dependiente de energía y combustibles fósiles, y de otros
insumos, por la naturaleza industrial de la producción”.
Estas características del sistema alimentario lo
tornan particularmente vulnerable a factores incluso geopolíticos, como la
guerra entre Rusia y Ucrania. Quedan en evidencia las fallas del sistema. Unos
30 países, explicó Kirtana, dependen de Rusia y Ucrania por al menos el 30 por
ciento de sus importaciones de trigo. En África Oriental, alrededor de un
tercio del consumo de cereales procede de productos de trigo y el 84 por ciento
del trigo es importado especialmente de esos dos países europeos, cuando ni
siquiera es un alimento con tradición en la región africana.
Kirtana añadió que el poder en el
sistema alimentario industrial está altamente concentrado, dominado
por pocos oligopolios que no buscan alimentar a la gente sino producir
commodities agrícolas, como alimentos para animales, palma aceitera, a modo de
ejemplos, con el lucro económico como objetivo. Esos commodities son además
objeto de la especulación financiera, lo que lleva a su vez al aumento de los precios
de los alimentos.
Consultada sobre las alternativas al sistema
alimentario dominado por las transnacionales y el mercado, Kirtana aseguró que
el problema no es la ausencia de soluciones. “El problema es por supuesto, como
pasa usualmente, si hay o no el deseo de enfrentar esta especie de adherencia
ideológica al neoliberalismo en el sistema alimentario, la falta de regulación
del mercado y de inversiones en los servicios públicos”.
La co-coordinadora de Soberanía Alimentaria de ATI
enumeró algunas soluciones inmediatas necesarias:
- un apoyo humanitario culturalmente apropiado,
que se enfoque en los/as productores/as familiares de alimentos y las
comunidades locales;
- regular y parar la especulación con los
commodities de alimentos;
- la cancelación inmediata de la deuda ilegítima
de los países del Sur global, que no podrán invertir en servicios públicos
o en protección social si tienen servicios de deuda millonarios que pagar;
- una moratoria a los commodities agrícolas que
no sean para alimentación;
- gravar la riqueza corporativa extrema para
poder financiar políticas sociales.
Para el largo plazo, hay otras medidas claves:
- romper con la dependencia de la importación de
alimentos, y para eso se necesita un plan para apoyar a los países para
que puedan producir a nivel nacional sus propios alimentos, con políticas
que apoyen la producción familiar y de pequeña escala;
- implementar la soberanía alimentaria
- limitar el poder corporativo, lo que implica
atender la concentración oligopólica;
- parar los acuerdos de libre comercio
ilegítimos que promueven relaciones de dependencia Norte-Sur;
- no permitir que la agricultura esté bajo la
égida de la Organización Mundial de Comercio.
Esta semana se abre una nueva oportunidad para que
el CSA asuma su responsabilidad de atender la crisis del hambre con soluciones
de fondo, estructurales, y no repetir
errores graves del último período. Para Kirtana, el CSA debe
asegurar un
multilateralismo genuino, que escuche a los/as afectados/as por el agronegocio
en lugar de al lobby corporativo, y debe asegurar que se respeten
los derechos humanos, enfrentando a los países poderosos, sedes de las grandes
transnacionales de los alimentos, que frenan cualquier intento del mundo en
desarrollo de ganar autosuficiencia alimentaria.
Puntos altos de la agenda de esta semana en Roma
ATI trabaja desde hace años en el CSA en el marco
del Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas
(MSCPI), que agrupa a cientos de organizaciones y movimientos
sociales de todos los continentes que presionan a los gobiernos para la
erradicación del hambre y la malnutrición, y a fin de que se asegure el derecho
a la alimentación. Los une el paradigma de la Soberanía Alimentaria.
El MSCPI presenta estos días en el CSA un informe
que lanzó a fines de septiembre, titulado “Voces desde los
territorios 2: soluciones transformadoras a las crisis alimentarias sistémicas
mundiales”, que sintetiza propuestas y recomendaciones surgidas de
una consulta popular que el Mecanismo llevó adelante a lo largo de este año. La
consulta se centró en los impactos del COVID-19, los conflictos y las crisis
sobre el derecho a la alimentación y la soberanía alimentaria. Se recibieron
539 contribuciones de 63 países.
“El principal mensaje que surgió de las consultas
es que la soberanía alimentaria basada en la agroecología proporciona
la solución más sostenible a estas crisis. Garantiza el derecho a una
alimentación sana y culturalmente apropiada, producida con métodos ecológicos y
sostenibles”, resume un comunicado de prensa del MSCPI del 29 de septiembre.
Además, Kirtana subrayó que esta semana el MSCPI
demandará que se renegocien en el CSA las llamadas “Directrices Voluntarias
sobre la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres y las Niñas en
el contexto de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición”, que han
estado tratándose en los últimos años. Ese proceso “ha terminado de forma muy
insatisfactoria y demandamos que haya más debates para incorporar realmente el
lenguaje sobre enfoques transformadores de género, la interseccionalidad, los
derechos de salud sexual y reproductiva, la violencia sexual y de género, la
diversidad de género”.
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