QUITO se inventó para
combatir la transmisión de enfermedades mortales causadas por los mosquitos,
una trampa de bajo coste que podría salvar muchas vidas humanas. En invierno,
los mosquitos dejan de formar parte de nuestra vida cotidiana, especialmente en
Europa. Por desgracia, hay algunas zonas, como los países tropicales, donde su
presencia es permanente. Transmiten enfermedades potencialmente mortales a la
población.
Como una posible solución
al problema de los mosquitos, en los premios James Dyson, Kennyjie Marcellino,
de la Universidad Tecnológica de Swinburne (Australia), presentó QUITO. Una trampa para mosquitos sostenible y de
bajo coste que se basa en el CO2 para combatir la proliferación de mosquitos en
entornos tropicales.
QUITO podría ayudar a
millones de personas afectadas por enfermedades como la malaria, el dengue o el
chikungunya.
¿Cómo funciona?
QUITO no es un repelente
de mosquitos, sino un sistema de captura. Su función no es mantenerlos
alejados, sino erradicarlos por completo. Para ello, difunde una sustancia que
engaña a los mosquitos, gracias a un sistema electrónico de baja potencia. Esto
les induce a pensar que hay humanos cerca.
El cartucho de señuelo
contiene en realidad levadura, ácido láctico y agua azucarada. Estos
componentes producen CO2 así como un olor humano que atrae a los mosquitos. Debajo
del cartucho hay un embudo que esconde una turbina y un elemento calefactor.
Estos dispositivos difunden el cebo a una cáscara de ratán que se considera
piel humana a los ojos de estos insectos.
Los mosquitos son atraídos
por el olor y entran en la corriente de aire que los absorbe en el embudo. De
este modo, quedan atrapados y se deshidratan. Además, el proceso inventado se
realiza con productos locales como el ratán o la cerámica. De ahí el carácter
asequible de este dispositivo. También permite a los artesanos locales trabajar
en la producción a pequeña escala.
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