Una de las analogías que mejor encausan la representación de la vida podría ser la de una chispa. Esto sobre todo si consideramos que entre los atributos del acto de "ser" se incluyen aspectos como la contundencia, la nitidez y la fugacidad.
Además, obviamente, existe una sincronía de factores que rayan en lo milagroso, tanto para que la vida como la chispa emerjan del estado original de las cosas –la nada o la vacuidad. Y quizá por esto es que el hecho de que la vida humana comience, literalmente, con una chispa de luz, resulte tan conmovedor como asombroso.
Aunque ya se sabía del sugerente fenómeno lumínico que ocurre en el instante puntual en que un espermatozoide entra en contacto con un óvulo, por primera vez en la historia los hombres de ciencia han logrado capturar el arquetípico momento.
Este génesis enmarcado en bio-luminosidad se debe, en términos científicos, a millones de átomos de zinc almacenados en el óvulo y que el esperma activa cuando aparece en escena –y pudo cantarse gracias a un sensor fluorescente que rastrea el zinc dentro de células vivas–. El choque, registrado por investigadores de la Universidad de Northwest, produce una llamarada lumínica que indica que efectivamente se ha consumado la concepción, confabulando así una nueva vida.
Utilizando un sensor fluorescente capaz de rastrear los movimientos del zinc en las células vivas, el equipo captó la capacidad de almacenamiento de zinc de un óvulo y encontró cerca de 8000 compartimentos, cada uno de los cuales contenía alrededor de un millón de átomos de este elemento, maduros para su detonación. Los diminutos "fuegos artificiales" que resultaron duraron alrededor de dos horas después de la fertilización.
Más allá de las implicaciones científicas de este logro, que incluyen la posibilidad de determinar si un óvulo es o no fecundable, la escena nos remite a esos episodios precisos en los que la ciencia se encuentra con lo maravilloso, aquello que desborda los límites del método y la racionalidad, para desembocar en los dominios de lo simplemente portentoso: la vida como un latente milagro, hasta cierto punto inexplicable pero a la vez contundente –por cierto, más nítida que cualquier fenómeno explicable.
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